Opinión
No es sí
No andan sobrados de crédito los políticos y menos en campaña electoral. Sus grandes promesas se reciben con desconfianza. La gente, como adelantó Séneca, se fía más de lo que ve que de lo que oye. Y hay personajes que han dado ya suficientes razones para desconfiar de sus grandes promesas. Observemos, sin ir más lejos, a dos de los candidatos principales en estas elecciones: Pedro Sánchez y Albert Rivera. El primero ha vuelto a recurrir a la solemne tautología de «¡no es no!» descartando, si sigue de presidente, negociar un referéndum con los separatistas catalanes. No habrá referéndum de autodeterminación, ni habrá independencia, ni quiebra de la Constitución. Lo que pasa es que si mantiene esta gallarda y patriótica actitud, que contradice en apariencia su trayectoria anterior, tendrá difícil seguir en La Moncloa porque los soberanistas catalanes no apoyarán su investidura. A no ser que, a cambio, les prometa el indulto para los presos del «procés». En este asunto no hemos oído aún su contundente «¡no es no!». A juzgar por la errática trayectoria pública del candidato socialista, su «No» de hoy puede ser un «Sí» mañana, y viceversa, si, con eso, satisface sus legítimas ambiciones políticas. Sánchez es un político versátil, que se acomoda a las circunstancias. Ha expuesto ya su crédito a prueba más de una vez.
También Albert Rivera ha puesto en esta campaña verdadero énfasis en descartar cualquier tipo de pacto de gobierno con Pedro Sánchez. Otro contundente «¡no es no!» sin caer en la redundancia expresiva. En apariencia estamos también ante una decisión firme, que se fundamenta precisamente en la total desconfianza que le inspira el personaje. Dicho de otra manera: el líder de Cs no se fía del líder socialista y ha dejado clara su incompatibilidad personal con él. Se supone que lo conoce bien. Hubo un tiempo no lejano en que pactaron juntos todo un plan de gobierno. Aquello no cuajó por los pelos. Lo impidió Pablo Iglesias, de Podemos, con el que ahora Sánchez está a partir un piñón, según parece. Y es que la vida política da muchas vueltas. Lo que se dice en campaña obedece a técnicas de propaganda. Con su «¡no es no!» a los catalanes Sánchez trata de contener la hemorragia de votos por su complaciente política anterior con ellos, y con el rotundo «no» a Sánchez, Rivera intenta evitar que Pablo Casado recupere el terreno perdido en el centro. Todo es un juego táctico. ¿Cederá Pedro Sánchez a las exigencias de los soberanistas catalanes? ¿Pactará al final Rivera con Sánchez? Ni una cosa ni otra son descartables.
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