Opinión
La ronda
El hombre embriagado de poder, según Bertrand Russell, está desprovisto de sabiduría. ¿Quién pone en duda que hoy Pedro Sánchez es un político borracho de poder? Cualquiera que lo observara en la noche electoral, con la camisa blanca, entre sus entusiastas partidarios, lo vería flotando en la nube de su sueño de poder al fin cumplido. La satisfacción le brillaba en los ojos y en cada poro de su rostro. Su manual de resistencia había dado resultado. Se había salido con la suya contra viento y marea. Ya nadie le llamaría «okupa». Ya nadie lo consideraría un «Don Nadie». Seguiría en el Falcon por los siglos de los siglos. Ahora todo el mundo, en su partido y fuera, estará a sus pies. Hasta los banqueros le felicitan. Los dirigentes europeos le darán palmadas en la espalda en la próxima reunión del Consejo. Cree en serio que ha salvado de la quema a la socialdemocracia europea.
Es difícil desligar de este ambiente de euforia y prepotencia, de esta erótica del poder, la ronda de conversaciones iniciada ayer en la Moncloa con sus principales adversarios políticos. Sin perjuicio de tantear el terreno y comprobar el clima de la oposición en lo venidero, la iniciativa tiene algo de exhibición de poder y no poco, aunque se niegue, de suplantación del Rey. ¿Por qué no se han llevado a cabo estas conversaciones exploratorias en un lugar más neutral, como el palacio de las Cortes? De ahí el recelo no disimulado de los visitantes, que, a pesar de todo, acuden educadamente a la cita en vez de mantener en torno al «sanchismo» el cordón sanitario que algunos anunciaron en el fragor de la batalla.
Los tres dirigentes de la oposición visitan al presidente en funciones y candidato socialista a la investidura con la sana curiosidad política de conocer el rumbo del probable nuevo Gobierno, sin cerrar la puerta a posibles pactos de Estado. Pero, a juzgar por el oscilante comportamiento anterior de Pedro Sánchez, ninguno de los tres visitantes se fía del personaje. Esto hace más dudoso en este caso el valor terapéutico del diálogo, que siempre es más recomendable que la crispación y el enfrentamiento. Como dijo Adolfo Suárez en su mensaje a la nación después de jurar como presidente del Gobierno, «el diálogo a rostro descubierto es el único instrumento de convivencia». Nadie lo niega. Por eso, con todas las cautelas expuestas aquí, hay que dar por buenos estos contactos. Pronto comprobaremos, puede que en el último domingo de este mes de mayo, quién paga la ronda.
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