Opinión

El hombre equidistante

Si no hay quien lo remedie, el socialista catalán Miquel Iceta será el próximo presidente del Senado. Para unos es como meter la zorra en el gallinero; para otros es la pieza clave colocada en el sitio adecuado en busca de la concordia. Para casi todos se trata de una operación política arriesgada que confirma la intención de Pedro Sánchez de mantener e intensificar en esta nueva etapa el diálogo institucional con los nacionalistas catalanes. Iceta es el hombre-puente, el equidistante, capaz de adentrarse en terrenos inexplorados para sorpresa de unos y escándalo de otros. Se presenta como federalista, defensor de la unidad de España y comprensivo con los del derecho a decidir, una sutil contradicción «in terminis». Tiene la ventaja de que lleva muchos años en la brega y conoce bien el terreno. Tiene el mérito de haber salvado al PSC de la quema, cuando estaba a punto de fenecer víctima de la lucha encarnizada entre sus dos almas, y cuenta con todo el respaldo de Sánchez, del que ha sido inquebrantable valedor. Es memorable la estampa de los dos bailando a lo Freddie Mercury en la campaña de 2015.

Las últimas ocurrencias suyas que han dado más que hablar han sido la del indulto a los políticos catalanes presos y la declaración a «Berria» sugiriendo una solución si el 65 por ciento de los catalanes se manifiestan a favor de la independencia. Desde luego, siempre se ha mostrado partidario de reformar la Constitución para que Cataluña se encuentre más cómoda en España y de reformar el Estatuto de autonomía para que se reconozca su carácter nacional y goce de mayor autogobierno. Con esas intenciones se presenta a la presidencia del Senado. Con él resulta difícil imaginar que en la Cámara Alta se pueda someter a aprobación una nueva aplicación del artículo 155 de la Constitución. Lo que no es descartable es que, bajo su mandato, como ha propuesto el PSOE en ocasión reciente, el Senado traslade su sede a Barcelona y se intente revitalizar como Cámara de representación territorial. Se supone que Iceta va a seguir siendo, pero ahora con más fuerza, el inspirador de la política gubernamental en Cataluña. Las bazas fuertes serán el indulto a los presos y la recuperación, hasta donde sea posible, del Estatuto de Maragall, de 2006, cercenado por el Tribunal Constitucional y que el propio Iceta impulsó con el beneplácito de Zapatero. Para muchos observadores, de aquella lluvia vinieron estos lodos.