Opinión

Las casas de Hugo Chávez se derrumban

La crisis y la corrupción colapsan la Misión Vivienda, el programa estrella del chavismo que pretendía dar un hogar a los más desfavorecidos.

La cuesta es empinada hasta llegar al Morro del Petare en Caracas, barro y polvo empapan el camino. Al final, en la cima, edificios inclinados, hundidos en la tierra. Ventanas rotas, paredes caídas... grietas que atraviesan los muros. En la fachada aguanta un grafiti de Hugo Chávez sonriente donde puede leerse: “Misión Vivienda, Patria o Muerte”. Las grandes torres unidas por pasarelas parecen abandonabas. Hasta que vemos a Jimi, lavando la ropa, de cuchillas con un balde azul, junto a una cañería que escupe agua. Jimi es una mujer de unos 30 años, con coleta, morena; viste una camiseta de tirantes color rosa. Aprieta y aprieta la ropa, la escurre y enrolla hasta que luce impoluta. No hay tiempo que perder, aprovecha la circunstancia: “A veces tarda uno, dos y hasta tres meses sin llegarnos el agua”, explica. “No hay agua corriente ni electricidad en las casas, así que la gente vive con velas, gas y transformadores que rugen de noche, alimentados por gasolina, lo único barato en este país”, añade. Pronto llega su marido, José, al que seguimos por las escaleras que serpentean por la construcción decadente. En lo alto nos muestra una vara de hierro marcada con pintura roja, la cual señala el nivel inicial que tenía el edificio. “Hasta cuatro metros se ha hundido. Cómo vamos a vivir así, en abandono. Porque estamos abandonados prácticamente”, se lamenta.

Hace medio año el presidente Maduro entregó una nueva construcción. Lo que según el régimen sumarían 2.200.000 viviendas al finalizar el proyecto. Sin embargo, los sindicatos ya denuncian que la cifra real no superará el millón. Lo mismo pasa con el resto de 36 misiones, programas sociales ideados durante el Gobierno de Hugo Chávez en el año 2003. Básicamente, no hay un sustento económico que las mantenga.

Enfrente el aspecto es fantasmagórico. “Bestias de ladrillo“ se erigen sobre el horizonte. La mayoría de ellas carece también de ventanas. Unas líneas rojizas y gastadas atraviesan los muros. Cuesta pensar que viva gente en estas condiciones. Adela nos acompaña. Es una señora mayor, muy delgada, pero sube con energía los peldaños. Colchones tirados en el suelo y una hornilla de gas comparten escenario con los escombros. “Se está hundiendo. Hace tiempo nos prometieron que nos iban a cambiar a otras viviendas nuevas, vino un representante del ministerio... llevamos cinco años esperando. Cualquier día esto acaba en tragedia”, comenta resignada.

Unos departamentos más a la derecha, nos encontratmos con Luisa, embarazada. Su panza prominente revela el inmediato parto. El marido desapareció de la noche a la mañana cuando se enteró de que su mujer iba a dar a luz. Entre los vecinos la cuidan. Es muy joven, tímida, no debe sobrepasar los 20 años. Usa palabras monosilábicas, frases mínimas. Mirada al suelo. “Las casas se las dio Chávez. ¿Qué le gustaría para el futuro?”, le pregunto. “Irme de aquí, no quiero tener a mi hijo de esta manera”, responde. Silencio. Algunos corrieron mejor suerte. Hace año y medio, al menos unas 55 familias fueron desalojadas de los edificios 5, 6 y 7 de la terraza 10 de la Gran Misión Vivienda Venezuela, ubicada en el sector Paulo VI de Petare Sur, debido a las, incluso para este país, terribles condiciones en la que se encuentran, con grietas en las paredes y con una considerable inclinación, por lo que existía el riesgo inminente de derrumbe.

Los habitantes, trabajadores implicados en construcción y la oposición denuncian que la corrupción,, como casi todo ya en Venezuela, carcome los cimientos de la Misión Vivienda. Las obras son asignadas sin una licitación transparente, se cargan sobreprecios. Por usura y también por obligación, se utilizan materiales de bajo costo y se entregan las llaves antes de finalizar las obras, que muchas veces nunca concluyen.

Caribia: La chapuza de Chávez

En la ciudad de Caribia, a 20 kilómetros de Caracas, las casas muetran un aspecto menos decadente. Todavía puede apreciarse el ladrillo rojizo, algunas ntenas parabólicas, macetas en los balcones y de nuevo, carteles de Chávez, ninguno del presidente Nicolás Maduro. Laura añora a su eterno comandante. En su piso mira fijamente un cuadro multicolor y torcido del mandatario fallecido. Una lágrima recorre su rostro. Porta un rosario, acaricia la cruz. “La parte que me dieron no era apta para construir, lo hicieron y nos la dieron. Nosotros somos las víctimas”, asegura.

En Caribia, proyectada como la primera “comuna sustentable”, ocho años después de que llegaran sus primeros habitantes, los problemas son evidentes: su estructura, prefabricada e instalada sobre bases de concreto, muestra rajas, grietas y filtraciones en la mayoría de las paredes. No hace falta escarbar mucho. Se observan desniveles en el suelo, techos carcomidos por la humedad  y tuberías taponadas con cemento durante el momento de la construcción. Los grifos de los apartamentos ubicados entre los pisos 1 y 3 lanzan un chorrito constante, mientras que los que están entre los pisos 4, 5 y 6 solo escupen una gotita de agua. Una chapuza a la bolivariana. Por otro lado, ninguno de los que viven en Ciudad Caribia es dueño de su apartamento. Como la mayoría de los beneficiados por Misión Vivienda, solo tienen el derecho a vivir ahí. Nadie les asegura que en el futuro la situación cambie y sean expulsados.

¿Y quién puede permitirse buscar una casa digna? La inflación acumulada en el 2019 alcanza una cifra irracional de 1.155%, según la Asamblea Nacional. El Producto Bruto Interno (PBI) se redujo a la mitad en cinco años y la población sufre la escasez de alimentos y medicinas. Y la producción de crudo, en la que se basa casi exclusivamente la economía venezolana, se desploma. En el 2018, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) estimó que había caído en 37% respecto al año anterior, a 1.17 millones de barriles diarios, el nivel más bajo de los últimos 30 años. Una debacle en un país que depende al 90% de oro negro. El sueño chavista se resquebraja.