Opinión
Pregunta a Podemos: ¿Votamos al PSOE o votamos con VOX?
Pablo Iglesias ha vuelto. Aquel Iglesias que en 2016 obsesionado con el «sorpasso» al PSOE dio al traste con un gobierno de izquierdas, ha vuelto. Ha vuelto para torpedear una investidura de Pedro Sánchez que a la postre es la única posible. El presidente no se anduvo con «chiquitas» en la entrevista que concedió a la cadena Ser. «Las negociaciones se han roto» porque las propuestas del candidato socialista son «una idiotez», calificación de altura política por parte de Iglesias. No se entiende muy bien la obcecación del líder morado. Las críticas internas han surgido. Unas públicamente, otras entre bambalinas. Incluso las declaraciones de Ada Colau son un severo correctivo cuando le sugiere evitar que en unas nuevas elecciones las derechas sumen. Y lo hace Colau después de que Iglesias ninguneará a los Comunes prometiendo la firma de un documento en el que Podemos se comprometería a dejar en un cajón y sin validez la esencia de la política de los Comunes.
No se entiende tras unos resultados electorales malos en las generales y pésimos en autonómicas, europeas y municipales. No se entiende su presión cuando su actuación solo beneficia a sus teóricos enemigos políticos, Ciudadanos y Partido Popular. No se entiende la consulta a las bases que parece pensada para párvulos. Casi hubiera sido mejor que Iglesias hubiera planteado una pregunta del estilo «¿Me dais todo el poder para hacer lo que me dé la gana?» Al menos, esta formulación sería directa y sin tapujos. Quizás, habría que preguntarse si Iglesias quiere forzar un plebiscito electoral sobre su persona. De esta guisa, llegaremos a un fracaso el día 25 en el que Pablo, el líder de la izquierda pura, votará «no» junto a Ciudadanos, populares y Vox. Hubiera estado bien que planteara a sus afiliados otra pregunta: «¿Votamos al PSOE o votamos con Vox?» Eso sí, Iglesias podría abstenerse, y con su abstención se abre una suerte de tómbola.
Sánchez es el único presidente posible porque no hay alternativa a favor. Ni Casado, ni Iglesias, ni Rivera pueden liderar un gobierno alternativo, pero están enfrascados en evitar que se forme el ejecutivo que así se prolonga en La Moncloa sin que nadie le haga oposición, y sin que se pueda hacer nada de nada. Rivera enquistado en su permanente lucha por liderar la derecha le da la espalda. No escucha a nadie, ni tan siquiera a sus críticos que serán laminados a final de mes por la osadía de cuestionar al «amado líder». Casado, en este punto, puede tener su momento. Si Iglesias se abstiene, podría ejercer de estadista. Abstenerse para dejar a Rivera con el culo al aire, a Iglesias con cara de pasmado e investir a un presidente socialista débil y sin mayorías estables gobernando en Moncloa. Y de paso, dejaría a los independentistas sin su arma preferida: ser imprescindibles para formar gobierno en España. Casado sabe que cualquier mayoría de bloqueo pasa por el PP, una vez descartado que Rivera vuelva al raciocinio. Quizás la tesis de la triple abstención sea lo menos malo. Tendremos un gobierno débil pero gobierno, pero para eso Iglesias tiene que dejar de dar bandazos para intentar sobrevivir a su nefasta gestión política. Le han bastado cuatro años para dejar irreconocible a Podemos.
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