Opinión
Siempre será Cataluña, ¡Estúpidos!
El portavoz de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, lo dejó meridianamente claro: «En septiembre las cosas no serán igual», apuntando que los independentistas después del verano tendrán una postura más negativa a la posible formación de gobierno, por lo que reclaman un acuerdo de socialistas y podemitas, acuerdo siempre mejor que la posible llegada a La Moncloa de la alianza de las tres derechas. ¿Qué pasará en septiembre?, que haga cambiar el posicionamiento de los independentistas. Hasta ahora, el debate ha sido entre la abstención y el no, con divergencias en el seno de los partidos, y confrontación directa entre ERC y Junts per Catalunya. En septiembre, recuperarán la unidad de acción por los cambios de escenarios.
Celebración de la Diada el 11-S.Tradicionalmente esta fecha el independentismo recupera su unidad y su músculo, con miles de personas en las calles reclamando la independencia en ambiente festivo. Sin embargo, este año las cosas pueden cambiar. Los sectores más radicales están criticando duramente a los partidos –ERC y JxC– por «no hacer nada por avanzar hacia la creación de un nuevo Estado y engañar a los ciudadanos», y también a las organizaciones civiles, Òmnium Cultural y Asamblea Nacional Catalana. En las redes sociales, en los chats independentistas, el calentamiento es global. «La puta realidad, y cruda, es que hacen falta dos cosas para abrir una ventana de oportunidad a la independencia. 1.- Afectar la economía de verdad. 2.- Poner muertos sobre la mesa. El pacifismo lirista da alas a la represión y no llega al mundo. Esto no quiere decir que queramos matar a nadie, sino que estamos dispuestos a asumir la violencia –terrorismo de Estado– como hicimos el 1 de octubre. Por tanto, más prisión, más exilio, más embargos, y cadáveres indepes... si no vamos hasta aquí, la república catalana será un “somiartruismo” eterno. Podemos hacer millones de tuits protestando o haciendo propuestas variopintas, pero la realidad es la que es: hemos de incidir en los dineros y hemos de tocar el corazón de la gente para que apoye nuestra causa. No nos autoengañemos. ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿O todo se quedará en lacitos y camisetas?».
La tensión que supura este tuit, que no es una anécdota, hace temblar las estructuras del independentismo partidario y de las organizaciones sociales tradicionales, que elevan el tono de su discurso para seguir al frente de la manifestación, por lo que posturas más políticas, más pragmáticas, serán dejadas de lado para no ser acusados de blandos. Y lo peor, de botiflers, traidores.
Aniversario del 1-O y sentencia del Supremo. La tensión seguirá en auge tras el 11-S hasta el 1 de octubre. Estos días se debatirá como debe ser la «Respuesta de País» a la sentencia que emitirá el Alto Tribunal. Joaquim Torra, presidente de la Generalitat, y Jordi Sánchez, líder de Junts per Catalunya, abogan por paralizar Catalunya de «forma indefinida», una acción que podría ser efectiva por la acción de los CDR y que pondrá, de nuevo, a los Mossos en el disparadero en función de su actuación. Todo hace prever que la tensión aumentará decibelios y la política de «confrontación con el Estado» será el común denominador de la acción política de todos los partidos. Unos decibelios que pueden poner fin a la «revolución de las sonrisas», dejando paso a situaciones complejas que pueden hacer realidad lo que ahora solo son mensajes y consignas en chats que se retroalimentan.
Adelanto de las autonómicas. Un adelanto electoral es totalmente contraproducente para los republicanos. No tanto para Junts per Catalunya que quieren aprovechar la tensión contra el Estado para recuperar terreno perdido. ERC quisiera tener un Gobierno de Sánchez para tener una «legislatura de diálogo para desbloquear el conflicto catalán», mientras que JxC quieren jugar a la tensión para desestabilizar a sus competidores en el liderazgo independentista. Como telón de fondo, el adelanto electoral de las autonómicas. Torra siempre había sido partidario de convocarlas tras la sentencia. Ahora no. Las tensiones internas en JxC y la posible victoria de ERC, según las encuestas, le han aconsejado dar marcha atrás. Además, Torra se siente ninguneado por las diferentes familias postconvergentes y quiere marcar su propio perfil. Sin embargo, ERC no quiere jugar en este campo y apuesta por un adelanto electoral porque no «es posible prorrogar un año más los presupuestos». Cataluña funciona, malamente, con el presupuesto prorrogado de 2017 y las condiciones para aprobar uno nuevo están en el aire por la posición de la CUP, y sobre todo, de los Comunes que no parecen dispuestos a avalar un año más la continuidad de Torra.
Y todo con fecha de caducidad: 23 de febrero de 2020, cuando Artur Mas dejará de estar inhabilitado. Algunos sectores de Junts per Catalunya, sobre todo del PDeCAT, apuestan por Mas como candidato en unos comicios como hombre de consenso entre los diferentes sectores del partido. Puigdemont y Mas se reunieron hace dos semanas en Waterloo y el resultado del encuentro no fue bueno. Puigdemont desconfía de Mas, Mas de Puigdemont, y Torra de los dos. ERC tampoco quiere a Mas en la primera línea de la política catalana. En conclusión, el último trimestre del año se augura complejo. La sentencia, que se prevé dura, subirá el tono de las protestas y dará rienda suelta a los sectores más radicales que ahora se ubican en los CDR pero que no tienen una estructura orgánica. Los partidos tradicionales y las organizaciones cívicas tratarán de seguir controlando la movilización, mirándose de reojo porque sigue en juego quién lidera el independentismo. Un error puede ver frustradas las aspiraciones de unos y otros. Y ese error es dar más o menos pábulo a un Gobierno de España. Es decir, a partir de septiembre el independentismo se irá al monte y aumentará el conflicto. Y España sin gobierno, o con un gobierno débil.
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