Opinión

Bendito hartazgo

Argentina no es una nación maravillosa. Es más que eso. Una tierra elegida habitada por argentinos, que son cultos, sensibles e inteligentes. También los hay pedantes insoportables y estafadores de nacimiento. En ambos casos, con un porcentaje superior a la media. Si de algo puedo presumir es de conocer profundamente el folclore del norte argentino. Conocí al gran solitario errante de Jujuy, Jorge Cafrune, y a don Ata, Atahualpa Yupanqui, un inmenso roble vasco con sensibilidad de ombú, hijo de madre vasca y padre guaraní. Soy –y tengo toda su discografía– amigo de «Los Chalchaleros», que han sido diez. Pelusa Franco Sosa, Zambrano, Aldo Saravia y el insuperable Juan Carlos Saravia, el único de los que fundaron el gran grupo salteño que llegó hasta el final. En el medio, Dicky Dávalos, Saravia Toledo y Ernesto Cabeza, y al final –pero con más de 25 años de antigüedad y arte–, Eduardo Polo Román y Pancho Figueroa. El último Saravia, Facundo, hijo de Juan Carlos, «El Gordo». Buenísimos, pero un tanto más corales y cursilones «Los Fronterizos», y «Los Cantores del Alba», y el pelmazo de José Larralde, y Mercedes Sosa, y Horacio Guaraní, y Eduardo Falú, «El Turco», un prodigio de la guitarra. Buenos Aires está ocupada por la mitad de los argentinos, y se dice que es remedo de París, cuando para mí es Madrid con acento porteño. Salta es Andalucía, mi rincón preferido de Argentina, más español del sur que italiano inmigrante. Portento de tierra elegida por Dios y castigada por Dios simultáneamente. Una de las naciones más ricas del planeta y siempre apurada en su economía. Tierra que santifica a una histérica y un ladrón, y que permite que la mujer del presidente y heredera de la presidencia, maniobre en contra de un fiscal valiente que termina por ser asesinado. Hogar de Borges, nada menos, el genio provocador, que sacó de quicio a los escritores «progres» españoles cuando al ser preguntada su opinión de Antonio Machado respondió: «No sabía que Manuel Machado tuviera un hermano». Los madridistas amamos Argentina porque de allá vino el que hizo, junto a Bernabéu, grandioso al Real Madrid, don Alfredo Di Stéfano. El defecto principal del argentino es que habla mucho, no sabe contener su torrente de ideas y pensamientos, y suelta la húmeda con excesiva generosidad. Su Santidad el Papa es argentino, y en este periódico, «La Razón», escribe un talento argentino liberal y bruido, el profesor Carlos Rodríguez Braun. En una palabra. Que amo a Argentina a pesar de los deshechos de tienta que nos manda de cuando en cuando.

Uno de ellos es el podemita Dante Fachín. Los descendientes de peronistas montoneros vienen a España y se hacen independentistas de España, lo cual se me antoja una contradicción, muy argentina por cierto. Dante Fachín, argentino separatista catalán –átenme esa mosca por el rabo–, ha manifestado, al fin, que se siente harto de vivir en el Estado Español. Bendito hartazgo para los españoles. Sería muy de agradecer que contagiara su hartura a la monja coñazo, sor Lucía Caram, y al despreciable Pisarello, el que vejó públicamente desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona a la Bandera de España, la nación que le dio cobijo, futuro y un magnífico sueldo mensual. Tanto la monja como el desagradecido son también argentinos separatistas catalanes, y dejo a la mosca en paz porque se ha quedado sin rabo. Y si el contagio influyera también en el deseo de retorno a su país de Echenique, nos sentiríamos la mayoría de españoles felices y esperanzados. A Echenique se le regaló una silla carísima que no le proporcionaban en Argentina, se la financió la Seguridad Social franquista y española, y defraudó a la Seguridad Social no dando de alta a su empleado y acompañante.

No es necesario un contrato turístico de grupo que abarate el retorno. Están invitados. Y si es necesario, a volar en Primera Clase desde Madrid o Barcelona a Buenos Aires. En el asiento A –ventanilla–, Dante Fachín. En el B –pasillo–, la monja atrabiliaria, en el C –pasillo también–, Echenique, y en el D –de nuevo ventanilla–, Pisarello. Se habilitará una zona en el espacio reservado a los auxiliares de vuelo para transportar la silla de Echenique, que también se la regalamos con júbilo y las mejores intenciones. Y a las once horas de vuelo, golpe a tierra en el aeropuerto de Eceiza. A partir de ahí, España o el Estado Español como dice Fachín, perderán toda responsabilidad respecto a los retornados. Dante Fachín no puede decepcionarnos. Volver fracasado y en soledad a la Patria es muy desconsolador. Hacerlo con tres colegas como Echenique, Pisarello y la monja turbia, puede interpretarse como un retorno triunfal.

Y deseamos que triunfen plenamente. Pero en su país, que a España ya la han perjudicado en exceso. Bendito hartazgo.