Opinión

Los 41 días de Torra

El presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, ha salido viajero. Ha hecho numerosos viajes al extranjero con un bagaje más bien escaso. Al contrario de la mayoría de los responsables de gobiernos, Torra no ha viajado al extranjero para conseguir inversiones, abrir nuevas relaciones comerciales o tender nuevos puentes políticos. Sus viajes se han limitado a ir a visitar a Puigdemont a Waterloo o a Suiza. Torra llegó al Palau el 17 de mayo de 2018 y desde entonces ha dejado la presidencia en manos de su vicepresidente durante 41 días. Esto en las formas, porque en el fondo Torra pasará a la historia como el peor presidente de la Generalitat, por tener el Parlament en parálisis total, por no abordar temas urgentes para la sociedad catalana y por ser el único presidente en el mundo que prefiere ser activista a ostentar la representación de todos los catalanes.

Torra, sin embargo, no está en su mejor momento. Ni sus seguidores se fían de él porque empieza a descubrir que ser verso suelto le da mayor protagonismo, aunque a todo el que le quiere oír le dice que es presidente de forma provisional, porque el presidente real es Puigdemont. Sus socios de Esquerra Republicana están hasta el gorro de una persona que es, y ha sido, incapaz de dotar de una mínima hoja de ruta a un gobierno que se refugia en su vicepresidente para poder ir salvando los muebles en este año de travesía del desierto. Ni siquiera los cachorros de los CDR le quieren. Porque Torra habla mucho, inflama la palabra para llenar sus discursos patrióticos, pero para los hiperventilados eso no sirve para nada. Ahora, hasta los CDR le enseñan la puerta de salida.

La Diada de hoy será masiva, que nadie se lleve a engaño, pero abre los grandes interrogantes. ERC puede sufrir los ataques de los sectores antipartidos, refugiados bajo los CDR o la ANC e impulsados desde la sombra por los más radicales de los partidarios de Puigdemont y los habituales «revolucionarios de perfomances» de la CUP. Torra ha desperdiciado en un año y 4 meses, incluidos los 41 días, su capital político. No ha sido capaz de leer que los «indepes» necesitan nuevos liderazgos. ERC lo está haciendo. Puigdemont también es consciente que está escribiendo su propio epílogo, y el PDeCAT huye de la quema. Torra podría haber sido la solución, pero es en sí mismo un presidente fracasado. No ha hecho nada ni se ha ganado la confianza de los suyos.