Opinión
Juventud, divina calle
Con la huelga por el clima el pensamiento único entró en éxtasis. Eran jóvenes, estaban en la calle, y luchaban por salvar el planeta, nada menos. Sin embargo, ser joven, como ser mayor, no representa mérito alguno de por sí. Y tampoco lo representa estar en la calle.
En efecto, a la calle salieron unos jóvenes valientes en Budapest en 1956 y en Praga en 1968, a luchar contra el comunismo. El hombre que se enfrentó en la calle al tanque de los comunistas chinos también era joven, y su gesto es una bandera liberal.
Pero también hubo otros jóvenes que apoyaron el comunismo o el fascismo. Recordará usted la escena de la cervecería en «Cabaret», en la que un hermoso jovencito consigue arrastrar a los parroquianos a entonar juntos de pie una canción patriótica. Solo un viejo se atreve a permanecer sentado, con las manos en la cabeza, abrumado ante el horizonte totalitario del nazismo. El uso de la calle es característico de los regímenes políticos más brutales.
La reivindicación ecologista es una bandera política, empleada por gobernantes, burócratas, y grupos de presión sindicales y empresariales. Acabamos de ver una foto de Greta Thunberg con Christine Lagarde. La burócrata estaba encantada con la niña apocalíptica, y le pidió que los jóvenes presionaran a los políticos para que ellos hagan las cosas. El truco legitimador es diáfano.
La prueba de que estamos ante una manipulación es que «salvar el planeta» se ha convertido en una consigna que justifica cualquier atropello a las libertades de las trabajadoras, y se inserta en cualquier dislate paranoide, típico de los enemigos de la libertad. Fue ilustrativo al respecto el doctor Pablo Echenique, que tuiteó: «Si el movimiento juvenil contra el cambio climático consigue disciplinar mediante mecanismos democráticos a los buitres de la energía, también conseguirá limitar y reducir la precariedad laboral. Resulta que los responsables de las dos cosas son los mismos». El malvado capitalismo será por fin derrotado por el pueblo en la calle.
Igual dirá usted que el anticapitalismo ha sido tan destructivo para el medio ambiente como para los trabajadores. Pero eso no importa, señora, la bandera es lo que importa. La juventud, la calle, y las bellas «luchas» que a la postre son contra su libertad y sus derechos, de usted.
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