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Opinión
Violencia
Hasta hace poco tiempo, yo era de los que pensaban que la calificación de rebelión no se ajustaba a lo ocurrido en Cataluña en 2017, porque en el levantamiento de la Generalidad faltaba el ingrediente de violencia que exige ese delito. El desarrollo del juicio en el Tribunal Supremo me ha hecho cambiar de opinión. En realidad, yo pensaba en la violencia como el ejercicio de una acción organizada, con movilización de fuerzas y personal especializado, ya fueran bandas específicamente creadas para ello o Fuerzas Armadas o de Seguridad. Pero la violencia, desde la perspectiva del golpe de Estado intentado en Cataluña en 2017, es otra cosa.
En ese contexto, violencia se refiere a la elaboración y la puesta en práctica de un plan organizado y premeditado, que culminó con la declaración de independencia y con la celebración de un supuesto referéndum destinado a deshacer la nación española, cortar los lazos políticos que unen a los catalanes con el resto de españoles y acabar con la Constitución de 1978, base jurídica y política de nuestra democracia. Y, por fin, para instaurar en Cataluña una nueva legalidad y un nuevo Estado. Violencia es también la construcción sistemática de un Estado nuevo mediante la creación de «estructuras de Estado» que empezaban a sustituir, en la práctica, a las instituciones basadas en la legalidad vigente. Que los responsables del Estado central no hayan querido ver lo que estaba ocurriendo, ni actuar para detenerlo no reduce la responsabilidad de los responsables directos.
También hay violencia en la puesta en práctica de un plan de nacionalización –es decir de creación de la nación– de Cataluña. El nacionalismo es la creación de una nación nueva, en este caso la nación catalana, y ese proceso no está nunca exento de violencia. Violencia simbólica, con despliegue de símbolos, propaganda intensiva a todos los niveles (desde los medios de comunicación públicos y subvencionados hasta la manipulación en la enseñanza y la inmersión lingüística), y violencia moral y física ejercida contra quienes no acatan la identidad catalana tal como la define el nacionalismo: la única que acepta, evidentemente. Los ataques a los no nacionalistas y la censura son elementos propios de una estrategia violenta. Y queda, finalmente, el uso de los Mossos d’Esquadra que tan elocuentemente ha quedado descrito en estos días. No serán argumentos jurídicos, pero no hablar de violencia me parece ahora clamorosamente falso.
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