Opinión

El cuento de los infiltrados

La prensa española manipula hasta decir basta cuando habla de Cataluña. El miércoles no se quemaron coches en Barcelona. ¡Solo faltaría! Lo que pasó es que los coches se quemaron porque estaban al lado del fuego. Un padre sale con su bebé a la calle. Qué impresentable, salir a la calle con un niño a esas horas. No tiene vergüenza. No hubo violencia por parte de los manifestantes. Solo se defendieron de los ataques de la Policía, que como todo el mundo sabe inició los disturbios enfrentándose a unos chavales que les tiraban piedras, ácido y cristales, pero sin mala intención, porque violencia no es defenderse.

Además, la culpa de todo la tienen los infiltrados. Están por todas partes. En los chats de los CDR, en los pueblos, en las ciudades. La potencia del CNI español es inconmensurable. En poco tiempo, han infiltrado a miles de policías y guardias civiles en las manifestaciones. Los han matriculado en la universidad y les han hecho aprender catalán, con diferentes acentos, «of course», para infiltrarlos en las familias catalanas de toda la vida. Lo han hecho tan bien que ahora las familias las confunden con sus propios hijos.

Y claro, estos infiltrados, vestidos de paisano a la moda de cada localidad o ambiente, están pervirtiendo la modosidad de los manifestantes independentistas. Sin embargo, estos infiltrados no engañan al sagaz Quim Torra y a su escudera, la portavoz del Gobierno, Meritxell Budó. Los tienen a todos identificados y en breve harán públicos los nombres. Solo un fallo. Torra no supo que hablaba con infiltrados cuando hablaba con los que él suponía CDR. Pues no, eran infiltrados también que trabajaban al servicio de la Audiencia Nacional para poner al Molt Honorable President en una delicada situación. Que a estas alturas Torra nos cuente una milonga de estas pintas no tiene nombre. O es un insulto a la inteligencia, o simplemente es un miserable que sólo tiene una salida: la dimisión.