Opinión

El problema del falso optimismo

Desconfíe de la sonrisa permanente, porque esa solo se da en los spots televisivos y en los libros de autoayuda. Sí, ya saben, me refiero a esos optimistas impenitentes que siempre muestran su mejor cara así llueva, truene o se mueva el suelo bajo sus pies. El falso optimista es como ese genial Joker que interpreta Joaquim Phoenix en una de las películas del año, que reconoce, entre descontroladas, carcajadas, que no ha sido feliz ni uno solo día de su existencia. La fila de dientes imperturbable, incluso cuando resulta patente que quien nos la enseña tienen motivos objetivos para sentirse, por lo menos, algo contrariado, no solo no es creíble, sino que puede esconder alguna patología severa. Y, en todo caso, refleja una preocupante desconexión con la realidad.

Detrás de esta obsesión por hacer exhibición de la felicidad a toda costa podemos encontrar algunos condicionantes culturales, factores que nos condenan a una especie de dictadura de la alegría. Por ejemplo, se suele asociar la tristeza con una mala actitud ante la vida. Y nos cuidamos mucho de trasladarle al mundo que nos enfrentamos al temporal con el ceño fruncido. Pero una persona triste no tiene por qué ser un pesimista crónico. Puede ser perfectamente un optimista que, simplemente, en ese momento, está triste. Y no pasa absolutamente nada.

El faso optimismo es tan dañino como el pesimismo crónico, porque el positivismo exacerbado esta basado una expectativa poco realista. Y cuanto mayor sea esta, mayor la caída que aguarda al final. Como nos enseñaba perfectamente la película Del Revés (2015), todas las emociones cumplen una función y son absolutamente necesarias para el pleno desarrollo humano. Por eso, tapar algunas de ellas porque no resulten tan amables o atractivas es un error. Además, tener que verlo todo permanentemente de color de rosa, aunque el fondo lo veamos negro, supone una enorme presión. Él falso optimista acabará sintiéndose frustrado y se culpabilizará por su incapacidad para dar brincos de alegría mientras las paredes se desmoronan a su alrededor.

Otra de las trampas que se tienden a sí mismos los falsos optimistas es la de pensar que son capaces de moldear su realidad a través del pensamiento. Que cuando pintan bastos, lo único que tienen que hacer es reorientar sus pensamientos y darles una manita de positividad para todo que vuelva a discurrir como la seda. Pero siendo en parte cierta esta afirmación (podemos adaptar la manera en que encajamos los hechos y mirarlos desde una posición positiva), no lo es del todo (lo que no siempre está en nuestra mano es alterar esos hechos). Hay multitud de circunstancias que escapan a nuestro control y que configuran nuestra realidad con independencia de que nos enfrentemos a ella con un talente más o menos positivo.

Entre las consecuencias perniciosas del falso optimismo está el hecho de que nos saca de la realidad, desvirtuándola por falta de información (la parte negativa que hemos decidido eliminar de la ecuación). Esto hace que resulte muy difícil reflexionar, tomar buenas decisiones o aprender de las propias experiencias. Como resultado, vemos

minada nuestra autoconfianza y autoestima, y con frecuencia recurrimos al autoengaño (disonancia cognitiva).

Otro problema de mantener una actitud risueña por decreto es que dificulta las relaciones sociales, ya que crea una serie de expectativas ficticias en los demás que resulta casi imposible cumplir. A todos nos gusta tener a nuestro alrededor a gente positiva, pero cuando esto se convierte en una exigencia resulta forzado e incómodo.

Existe una manera mejor de ser optimista (o pesimista) y es la que nace de la capacidad para comprender la realidad tal como es y aceptarla con todas sus aristas y extremos. A esa visión se le llama optimalismo. El optimalista se caracteriza por tener una visión esencialmente realista y no distorsionada de lo que le rodea. Esta perspectiva es, precisamente, la que le brinda más armas para enfrentarse a lo que se le ponga por delante. Por esa razón, desde esa confianza, se muestra más optimista en cuanto a sus posibilidades de generar soluciones.