Opinión
Universo paraconstitucional
No paran de repetir los voceros del PSOE que todas las negociaciones que se llevan a cabo con grupos secesionistas y sobre todo la adquisición de compromisos por parte de un futuro gobierno de Pedro Sánchez, se van a encasillar dentro de la Constitución. Probablemente no estén faltando a la verdad, pero lo que a pocos se les escapa ya, a estas alturas del frenesí pactista de nuestro socialismo con quienes no tienen entre sus prioridades la defensa constitucional, es el inquietante auge de un universo paralelo a las reglas de juego de nuestro estado de derecho, no sólo para ignorarlo, sino para suplantarlo.
No resulta necesario contravenir el articulado de una Carta Magna que es casi imposible de reformar con la actual atomización parlamentaria, basta con sustituir muchos de los resortes institucionales que recoge la ley de leyes por otros que, sin anular la legalidad y el lógico arbitrio parlamentario o la división de poderes, se situarían en el centro de un pretendido diálogo político. Lo que se atisba en un gran espacio «paraconstitucional», un universo de legalidad paralela que permitirá a Sánchez moverse con sus socios de la extrema izquierda podemita y los independentismos vasco y catalán sin los corsés que las reglas de juego constitucionales marcan.
Espacios «paraconstitucionales» son los que acogen a mesas de partidos como la que pretende crearse para abordar la crisis política en Cataluña frente al otro espacio constitucional que sitúa legítimamente al Parlamento como primera referencia de la representación popular y único foro para recoger la búsqueda de soluciones a los grandes problemas del país. También lo son la asunción de la dialéctica separatista por parte de quien pretende gobernar a 47 millones de españoles al abrazar el término conflicto político, o el hacer la vista gorda ante el desvío de dineros de todos para el mantenimiento de las embajadas independentistas, la discriminación del idioma castellano, los contenidos de la radio y televisión pública catalana o la vuelta al espíritu de Pedralbes que sitúa al gobierno del Estado y al de la Generalitat de igual a igual. Esos espacios «paraconstitucionales» son los que, ante la mirada atónita de la inmensa mayoría de españoles, están permitiendo a Sánchez mantener la esperanza de una investidura que en consecuencia llegará casi a cambio de nada en un universo, pero fruto de no pocas concesiones en el otro. La cuestión a medio plazo es saber si el paralelo o virtual acaba fagocitando al real en el que todavía se mueven como confiadas almas en pena quienes creen que todo pasa por las líneas rojas marcadas por la Constitución e ignorando que todo será «otra cosa» de imponerse el revisionismo hacia todo un régimen como el de libertades que nos dimos en el 78. A ver si va a resultar que hay cosas peores que ir a terceras elecciones.
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