Opinión
Jipis de oro
Cuando, en 1977, aparecieron los punks fue debido a un conjunto de circunstancias, una no menor de las cuales sería la existencia en aquel momento de los «jipis de oro».
Los «jipis de oro» representaban la banalización de todas las ideas de cambio vanguardista de las décadas anteriores. Si los «beatnicks» de los 50 se habían interesado en las filosofías orientales, los jipis de oro las vulgarizaban convirtiéndolas en astrología de póster; si los verdaderos «hippies» originales habían estado contra la violencia, los jipis de oro convertían ese pacifismo en conformismo para no cuestionar las clases. Todo lo que había sido reivindicación legítima entre los más desfavorecidos, se convertía rápidamente en moda inofensiva y nada cambiaba. Muchos de estos «jipis de oro» se molestaban cuando, a raíz de ello, les llamábamos «pijos» e, ingenuamente, contestaban: «pero si yo trabajo». Vivían todavía en un mundo antiguo de señoritos y pensaba que solo por no hacer el zángano ya superaban moralmente lo suficiente a sus ancestros. No se daban cuenta de que la protesta de las clases medias y medias-bajas no era porque no trabajaran (faltaría más) sino porque se reservaban, a través de mecanismos favorecedores de privilegios familiares, los puestos más cómodos y golosos de esos trabajos y a pesar de ello pretendían pasar por progresistas.
¿Está dándose un fenómeno similar con las causas justas de las últimas décadas? Tanto el ecologismo como el feminismo (que, no lo olvidemos, empezaron a tomar su forma actual en los años sesenta del pasado siglo) quizá estén sufriendo ahora una fase de jipismo dorado. La desigualdad social fue el gran tema de las primeras seis décadas del siglo XX. Que ese tema tan importante vaya a pasar a segundo plano por versiones en yate del ecologismo o por cazas de brujas de la emancipación femenina podría resultar muy conveniente para quien deseara que perdiéramos de vista lo esencial. Lo esencial es que la globalización ha aumentado la riqueza y ahora toca distribuirla mejor. No deberían olvidarlo todos esos políticos y líderes de opinión que, por lo que parece y de seguir así, a lo único que aspiran es a convertirse tan solo en unos nuevos jipis de oro.
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