Opinión
Porcelana
¿Por qué puede desear un jarrón chino convertirse en orinal? Responder a una pregunta como esta quizá podría iluminarnos sobre la extraña cualidad ciclotímica que tuvo el gobierno de Zapatero en nuestro país. Las dos legislaturas que gobernó presentaron entre ellas una sorprendente descompensación que las hacía contradictorias: la primera legislatura fue bastante decente y la segunda un desastre total de desorganización, superficialidad y desorientación. Debido a ello, Zapatero no pasó a nuestra Historia con el mismo peso de otros legisladores como González o Aznar que marcaron toda una época.
¿Es por eso que intenta sumar ahora alguna notoriedad a posteriori para no quedar olvidado? ¿Se trata solo de vanidad lo que le empuja hacia sus pazguatadas? ¿Hay algo más? ¿Algo económico? ¿O es simplemente que consigue empezar bien, pero que luego no tiene talento para salir de los sitios? En poco tiempo ha llegado a afirmar que los nacionalismos de nuestra península son mejores que los del resto del mundo (confirmando así inconscientemente, de una manera muy poco sagaz, el rasgo principal de todo nacionalismo que es el supremacismo) o que Maduro es poco menos que una minoría a proteger. ¿Por qué quiere convertirse en depositario de todas las inmundicias que evacuan cosas tan reconocidamente laxantes como el nacionalismo o las dictaduras bananeras? Colocar la porcelana en una estantería tan sometida a temblores y agitaciones como la venezolana puede terminar en añicos o en que alguien te use para un alivio urgente.
Si es el actual gobierno de Pedro Sánchez quien piensa apoyarse en estas fragilidades cabría recordarle la leyenda astur, estrictamente aldeana, de Suso, quien dormía con un viejo orinal bajo la cama. Era tan bruto que una noche se despertó encegado, con tan perentoria necesidad, que al sentarse sobre la porcelana la hizo añicos. No fueron tanto las sustancias y segregaciones ocultas que expandió aquella quiebra por el suelo (que para eso están las cloacas del estado). Lo peor fue que la trituración de la pobre y olvidada porcelana tuvo al médico durante meses extrayéndole fragmentos de vajilla de la zona glútea, entre aullidos e innumerables puntos de sutura.
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