Opinión

La chapuza eterna

Dentro de poco, todos los golpistas fracasados estarán en la calle. Y no seré yo quien entone unos lamentos excesivos por ello ya que, como muchos españoles, prefiero ver a mis conciudadanos libres y reinsertándose que tenerlos a la sombra. Ahora bien, lo que hay que señalar con el dedo y lamentar en voz alta es la manera tan torpe, hipócrita y chapuza en que se está haciendo esa liberación. Porque los líderes independentistas han mostrado a todas luces y manifestado explícitamente su propósito de no reinsertarse sino de volver a reincidir. Y, teniendo en cuenta ese planteamiento, los beneficios penitenciarios quizá deberían retrasarse y más bien proponer una mesa de diálogo entre los presos y los jueces y, sentados a ella, debatir si no está un poco feo eso de amenazar con reincidir y a la vez pedir que te suelten.

Por supuesto, es una salvajada. Todo sucede en un panorama de fachendería y de circunstancias muy concretas. Ya sabemos todos que esa libertad particular es uno de los precios que ponen los separatistas para aprobarle los presupuestos al presidente del Gobierno. Sabemos también que las leyes para conceder beneficios penitenciarios son muy claras y que exigen cosas muy concretas.

Si empiezan a hacerse interpretaciones imaginativas e insostenibles de esos requisitos para contentar a los delincuentes, el principal daño se le hará a la sociedad y a sus instituciones. Porque será muy difícil convencer en Cataluña a nadie de que en nuestra región no hay delincuentes de primera clase y delincuentes de segunda.

Si mi apellido es gitano o latinoamericano y he robado un jamón o un coche, aunque haya nacido en Barcelona, mi abogado (de oficio) me prohibirá que para solicitar la condicional anuncié que pienso volverlo a hacer. Pero si mi apellido es de fonética autóctona y lo que he intentado es robarle algo más grande a mis conciudadanos (el Estado), malversando gran cantidad de sus impuestos en ello, mi equipo de abogados (carísimo y público) no me impedirá que me manifieste como futuro reincidente, porque sabe que me la concederán igual alegando que esa manifestación es puramente ideológica. Eso es muy grande y va a dejar la jurisprudencia de nuestro país a la altura del betún.

Pueden ustedes ya ir encargando por Amazon a Jamaica un par de toneladas de marihuana autóctona que, cuando llegue la Guardia Civil, alegaremos que ese delito lo cometemos por causas ideológicas ya que el antiprohibicionismo está bien datado en los libros desde los años veinte y, de hecho, el Partido Socialista prometió en los años ochenta legalizar las drogas blandas pero, a pesar de hacerse el moderno, ni siquiera el flamante vicepresidente segundo de Sánchez, Pablo Iglesias, ha tenido el valor de encarar de verdad el asunto. Si Robin Hood hubiera encontrado el chollo este de las manifestaciones ideológicas, sus relaciones con el sheriff de Nottingham habrían sido relajadísimas.

Uno, que ya tiene cierta edad, esta habituado a detectar las hipocresías y dobles morales de aquellas partes de la clase pudiente que posan de izquierdistas. No hay problema. Ya sabemos todos que, te pongas como te pongas, uno de los suyos durará poco en la cárcel. Mucho menos que cualquier ladrón de gallinas. Pero el problema lo tendremos con los jóvenes a los que queremos convencer de que la democracia es el menos malo de los posibles proyectos de gobierno. Si mercadeamos de esta manera tan obscena con los privilegios de la privación de la libertad, las nuevas generaciones pensarán entonces que nuestra democracia es un sistema corrupto y obsoleto. Buscarán de esta manera otros sistemas y caerán en las destructivas utopías de siempre.

Eso ya ha sucedido en innumerables ocasiones en la Historia de la humanidad.