Opinión
Agenda de polipiel
Consciente de que, para continuar reteniendo el poder, va a tener que hacer cosas que a la población no van a gustarle nada, Pedro Sánchez se ha lanzado a inventar sucesivos conceptos rimbombantes como si no hubiera un mañana. El objetivo es disfrazar esas acciones con escenificaciones sobreactuadas para dar la impresión de que va hacia alguna parte. Una de ellas es lo que llama la «agenda del reencuentro» y otra aquello que aspira a vendernos como «el bloqueo». En ambos casos, se trata de meras descripciones de los dos callejones sin salida en que se ha metido. El eufemismo, con los que los bautiza en cada caso, sirve tanto para intentar justificarse, como para ver qué relato puede venderles ahora a aquellos que le votaron. Un ejemplo claro de esta dudosa estrategia fue la reunión de ayer con el jefe de la oposición. Sánchez intenta que flote a su alrededor una nube perfumada de conceptos como «hablemos», «diálogo», «pacto», pero cae a una velocidad desusada en el mismo defecto que sus socios fundamentalistas del separatismo. Y es que, para dialogar y pactar, lo primero es conceder algo. Un diálogo en el que se pretende no conceder no es un diálogo, sino una exigencia o un chantaje. Cuando Sánchez habla de ecuménicas agendas del reencuentro, hace sospechar que es una falsificación (un poco cursi) el hecho de que esté tan desesperadamente dispuesto a reencontrarse con unos y tan poco inclinado a hacerlo con otros. La disposición y la tendencia a entregar concesiones queda claramente marcada por su necesidad de presupuestos. Todo pasa muy deprisa y esa misma presión mesiánica que Sánchez ha intentado insuflar a su llegada ha provocado que la gente esté muy expectante y enterada de las posiciones de cada cual. Así que intentar vender como inmovilismo unas ofertas bien conocidas, que pudieran ser opinables pero ciertas, no convence. Un presidente que quiere ordenar a la oposición que no se oponga es un hombre atrincherado que camina a oscuras. Por mucho que invente una sucesiva quincallería de términos rimbombantes para explicar conductas evidentemente tristes pero muy vulgares.
Políticamente, Sánchez es nuestro primer presidente «brilli-brilli»: quiere vender con argumentos de bisutería situaciones bien conocidas por todos. No sé qué recorrido podrá tener toda esa actividad de oferta de crecepelos al estilo de carromato del lejano Oeste, pero, por ahora, parece una pérdida de tiempo.
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