Opinión

Tentadoramente friki

Si algo demuestra claramente que el PSOE se ha pasado al nacionalismo es la manera cómo sus ministros han empezado a pensar en cuanto han llegado al gobierno. Clásico de los nacionalismos es intentar suplantar al pueblo y hablar en su nombre. En esa línea, el Gobierno pretende decirle a la gente lo que debe preocuparle y lo que no. Olvida lo fácil que es salir a la calle y comprobar si su relato coincide con las verdaderas inquietudes de los vecinos. Según el Gobierno, ahora resulta que a los españoles no nos preocupan ni las violaciones sufridas por menores tutelados por mecanismos gubernativos, ni el contrabando de maletas en Barajas efectuado por miembros del poder, ni el envenenamiento del medio ambiente con vertederos incontrolados (mal colocados a tres quilómetros de casa ocultándonoslos con montañas), ni las mentiras con las que intentan resolver esos engorrosos asuntos aquellos a los que votamos, precisamente para que nos defendieran de ser violados, envenenados y contrabandeados. No se debe hablar de esas cosas, según el Gobierno, porque no son interesantes. De una manera visionaria, los ministros argumentan que esas cosas no preocupan a la gente.

Yo creo que se equivocan. Bien mirado, es lógico que la gente se pregunte si premiar con la gestión de la Seguridad Social a quien ha sido incapaz durante quince días de desenterrar los cuerpos de dos honrados trabajadores sepultados bajo una montaña de caca es una buena idea. Si ese lendakari no ha sido capaz de gestionar lo tóxico, ¿cómo va a defender lo benéfico?

Es bastante lógico también pensar que la gente continuará durante meses muerta de curiosidad hasta que no se sepa qué viajaba en las maletas de Delcy y por qué. De hecho, pienso que el gobierno no valora cuan respetuosa ha sido hasta ahora la opinión pública no entrando en bromas sobre el aspecto de la bolivariana. De una manera galante, solo diremos que glamur no desborda precisamente. Imaginarlos a ella y a Ábalos en animado «tête-a-tête» es tan tentadoramente friki como un episodio de «First Dates».

No subestimemos ese dato: tal programa lleva ya cuatro temporadas sucesivas. Eso, en tiempo político, supone toda una legislatura completa.