Opinión
Misa bilateral
Durante los últimos cuatro días he escudriñado los análisis y comentarios que se han hecho sobre la famosa mesa bilateral de Moncloa y creo que a todos se nos ha pasado por alto un detalle. Y es que SÍ que hubo finalmente un relator en la reunión. El relator, esa figura que dicen que sirve para mediar entre los que no se entienden y que son incapaces de ponerse de acuerdo, fue Pedro Sánchez. Su objetivo era que los de Esquerra dialogaran con los convergentes de Torra y Puigdemont y ambos le dieran permiso para seguir detentando el poder.
Van a intentar darle toda la pompa posible para disimular que estas reuniones no son más que una comedia, pero lo cierto es que hasta que no haya elecciones regionales, no dejarán de ser más que unas vacuas escenificaciones de fracasados, cadáveres políticos, mentiras y música de flauta. Por eso, para darle cierto empaque, han decidido que la mesa pase a convertirse en una misa. Será una ceremonia que tendrá una periodicidad y poseerá una liturgia. Parte consistente de esa liturgia es que Sánchez acepta que le prohíban decir Constitución incluso en su propia casa. La falsa estética litúrgica la inauguró un montaje televisivo bastante afectado, preparado incluso con plano y contraplano, que recordaba a Acacias 38 con aquellos travelling un poco cutres de dos cámaras.
Sánchez, tal como imposta la voz de galán, da bien el tipo de la serie, pero hubo momentos que recordaban más bien a la añeja revista de humor «La Codorniz» y sus famosos «Diálogos para besugos». De entrada, Torra le dio a Sánchez los buenos días y este le contestó que buenas tardes. Ni siquiera sabían que tiempo habitaban. El escenario, la luz, la actuación, recordaba en todos sus modos a un momento señero de nuestro cine: «La Escopeta Nacional» de Berlanga. Corran a su plataforma de pago y revísenla sin tardanza. Verán unas concomitancias maravillosas. Sobre todo, en la escena que retrata una misa de los ministros tecnócratas del Movimiento a la que llega Sazatornil de industrial barcelonés caciquil con catalana jamona. Es revelador como los políticos que dicen rechazar tanto a Franco tienen unos comportamientos tan similares al dictador en sus escenificaciones.
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