Opinión

Paco, prepara el pijama a rayas

A un servidor no le sorprende nada ya de Pablo Iglesias. Mejor dicho, sorprendía. Porque hace ocho días certifiqué que el nivel de totalitarismo del autodenominado «marxista devenido en psicópata» es infinito. Como infinita es su obsesión por la mentira, el dinero y el machismo más recalcitrante. Lo primero lo comprobábamos a diario hace años, no le dice la verdad ni al médico; el ejemplo de lo segundo es el casoplón de 1,2 millones comprado por 675.000 euros y lo tercero lo hemos presenciado muchas veces. Pero seguramente ninguna como cuando aseguró en un chat interno de Podemos, sin la queja de una sola de las feminazis participantes, que «azotaría a Mariló Montero hasta que sangrase». Un pensamiento más propio de un maltratador en potencia o de esos ayatolás iraníes que le financian que de todo un vicepresidente que, además, se dice «feminista». Que fuera Okdiario quien destapase su faceta azotamujeres es algo que no me perdonará jamás. Precisamente por esto ha pedido en cinco o seis ocasiones mi imputación en el caso Villarejo. Las mismas que juez y fiscales la han rechazado recordando que lo que hicimos fue «ejercer el derecho a informar». Como no se sale con la suya, como actúa cual hijo único malcriado, ahora opta por exigir mi enchironamiento extrajudicial. «Nuestra democracia será mejor cuando los responsables políticos, policiales y mediáticos de las cloacas estén en la cárcel», apuntó 24 horas antes de que su enchufada pareja, Irene Montero, desvelase la identidad del periodista al que quieren ver entre rejas: «Eduardo Inda». Argumenta que el chat lo tenía Villarejo. Mentira y de las gordas: el perista era Alberto Pozas, hasta hace unos meses número 2 de Comunicación de Pedro Sánchez, y que fue quien se lo suministró a Villarejo. A nosotros nos llegó y lo publicamos por ser verdad y de incuestionable interés público. La ciudadanía tiene derecho a saber cómo es en realidad este machistazo. Tanto o más que esta gentuza me quiera encerrar, me preocupa el silencio cómplice de buena parte de la profesión y el simbolismo de esta nada velada amenaza. Más que nada porque retrata la psique de una persona que es el número 2 de facto del Gobierno y de una ministra. Siendo como son los hijos putativos de Maduro, no es ninguna broma. Querido Marhuenda, pon también tus barbas a remojar y prepara el pijama a rayas. Que vienen muy malos tiempos para la libertad.