Opinión
El miedo y el dolor
No sé si ustedes se habrán fijado, pero en todos estos días de pandemia no se les ha oído decir ni pío a todos aquellos que tanto se desgañitaban hace bien poco contra las vacunas. La industria farmacéutica ha pasado de ser la mala de la película a ser el galán y trabajar a toda mecha. Sería bueno que el péndulo de la opinión no oscilara tanto. No estaría de más recordar ahora el problema de opioides que sufrió recientemente Estados Unidos, provocando innumerables muertes y graves daños a muchos pacientes. Aquí la noticia se tradujo mal (como opiáceos en lugar de opioides) cuando, más que sustancias estrictamente de ese tipo, se trataba de derivados que actuaban por principios parecidos y provocaban problemáticas similares. Es una expresión de la necesidad que han tenido siempre los humanos de esquivar el miedo y el dolor. Los analgésicos más radicales, en su uso médico, provocan un terrible efecto secundario que es que el organismo se acostumbra a vivir sin desarrollar armas propias para resistir mínimamente miedos y dolores y necesita la sustancia peligrosa para el resto de su vida; sustancia que, encima, acorta visiblemente la salud y las expectativas vitales. «Ángel deteriorado» llamó Wordsworth a Coleridge por su afición al opio.
Sabiendo todo eso, nadie acierta a explicar como no sé evitó que tales sustancias entraran dentro de la cadena de producción normal de la sanidad estadounidense. ¿Cómo vamos a pretender que el populismo no desconfíe de las supuestas élites si permiten esos desmanes? Tener entre tu cartera de clientes tanto a Puigdemont como a Sito Miñanco (especialista en narcóticos), como le pasa a Gonzalo Boye, hay que reconocer que tiene su coña y define bien el panorama. Habrá que preguntarse si, en Cataluña y en muchos otros lugares, ha llegado ya la hora de la morfina.
Las situaciones nuevas que se nos vienen encima van a hacer más necesarios que nunca los estudios previos, los controles preventivos, antes de saber lo que un nuevo producto puede hacerle a la sociedad. Las urgencias alentarán tanto los descubrimientos como las picarescas. Vivan las vacunas, por supuesto, pero recordemos que la prisa por vender es cosa ya también antigua.
✕
Accede a tu cuenta para comentar