Coronavirus

El Decamerón del coronavirus (IX): Beatus Ille

Fray Luis de León ya nos señalaba cómo acceder a la parte positiva de un retiro del mundanal ruido, a disfrutar sin testigos, en soledad

En 1932, el fisiólogo norteamericano Walter Bradford Cannon, instauró la teoría del «combate o fuga» que, hasta el día de hoy, sigue siendo la más aceptada para explicar las humanas reacciones de estrés. Cannon, que se había especializado en biopsicología de las emociones, explicó que una persona sometida a estrés o a una amenaza atacará a la fuente de dicha amenaza si existe una posibilidad razonable de vencerla; de lo contrario, el individuo escapará de la situación amenazadora corriendo. En nuestros cerebros, existe ese mecanismo atávico desde la época de las cavernas, pero en situaciones de peligro como la actual la cosa se complica porque lo que nos amenaza es invisible y ni siquiera la Asociación Nacional del Rifle puede pegarle un tiro para acabar con ello. Solo nos queda por tanto la opción de salir corriendo, de ahí que se haya hecho tan popular lo que primero se dio en llamar la moda del «jogging» que ahora se denomina «running».Yo vivo en el campo y en los últimos años, dado el estrés y la presión del mercado laboral moderno, los caminos se habían llenado de señores corriendo en mallas a deshoras, sobre todo en fin de semana. Eso me provocaba cierta hilaridad, porque provengo de un medio social y una generación que solo había visto las mallas, o bien envolviendo los tobillos de las señoras o bien en la cabeza de algún colega cuando atracaba una sucursal bancaria. Por eso, y por mi holgazanería, me gustaba chincharles en broma usando la inmortal frase de Carles Rexach, el delantero que fue del Fútbol Club Barcelona, que decía: «correr es de cobardes». Si algo me ha provocado problemas de relación social en esta vida ha sido mi sentido del humor hurgón. Un buen chiste me resulta siempre tan irresistible que a veces, hasta me ha hecho perder a un amigo. Disculpen el momento confesional. Es lo que tiene esto del apartamiento, que nos pone melancólicos y reflexivos y dados al examen de conciencia.Lo importante ahora es que todos estos corredores que usaban el simulacro de fuga para calmar la reacción al estrés en nuestros cerebros de cercopitecos, no pueden salir a esprintar dada la situación actual de confinamiento obligatorio. ¿Qué hacer? Bueno, la labor precisamente estos días de la prensa puede ser no solo traernos informaciones, sino proponernos ideas didácticas que puedan ayudar a calmar esas reacciones. Para empezar, podríamos revisar la teoría: Shelley Taylor, profesora de psicología en Los Ángeles, matiza que la reacción «combate o fuga» es con mayor probabilidad la respuesta masculina al estrés. No lo propone por razones feministas ni ideológicas, sino por razones científicas. El sistema endocrino de las mujeres produce más estrógeno en líneas generales que el de los varones. El estrógeno, si por algo se caracteriza, es porque refuerza las aptitudes sociales y la tendencia a conservar lazos con el prójimo, como revelaron experimentos ingleses en 2005. Puede deberse a que sea un resultado adaptativo de que, evolutivamente, las mujeres no tenían tantas probabilidades de derrotar en combate a un macho por media más corpulento. El sistema hormonal femenino liga más íntimamente sus circuitos de combate a las funciones cognitivas, emocionales y verbales que a la acción física. Incluso en los casos que están igualadas en fuerza con sus oponentes, entrar en combate podía significar dejar en posición vulnerable y abandonada a un pequeño indefenso. Como resultado, las hembras parecen disponer de algunas variantes de reacción frente al estrés que no se limitan al «combate o fuga» Una de esas reacciones son los lazos sociales. Pero no son las mujeres las únicas que pueden ofrecer variantes y alternativas a la dicotomía (tóxica en esta situación) de «combate o fuga». Acordémonos de que, en el siglo XVI, Fray Luis de León ya nos señalaba cómo acceder a la parte positiva de un retiro del mundanal ruido: disfrutar a solas, sin testigos, y fijarse detenidamente en cosas insospechadas como la horticultura («muestra en esperanza fruto cierto»). Claro que Fray Luis hablaba de un retiro meditado y voluntario y con lo que nos encontramos ahora es un confinamiento obligado que cambia la cosa. Además, tardaríamos mucho en enseñar a un «hooligan» a cultivar un huerto. Por eso, hay otra alternativa que me parece muy interesante. He mencionado antes a Charly Rexach, quien, como a mí, no le gustaba correr. No creo que por su sistema endocrino circulara más estrógeno de lo normal, sino que me temo que era un vago como yo. Junto a su inseparable colega Johan Cruyff, se les ocurrió un sistema muy bueno para evitar hacerlo. Ellos se quedaban quietos, muy bien posicionados, y a lo que hacían correr a gran velocidad era al balón. Hagamos eso, consigamos una alta circulación de balón por las redes, móviles y mails; el balón, en este caso, es el lazo social. Quién nos iba a decir que, en estos momentos de presión y aislamiento, podría servirnos de lenitivo una impensable mezcla entre Fray Luis y Johan Cruyff. Y, sobre todo amigos, no se pongan a pasear al perro más de la cuenta, que se les ve el plumero.