Opinión
AMLO
Guillermo Sheridan, grandísimo columnista del diario mexicano «Excélsior», llamó siempre AMLO a Andrés Manuel López Obrador. La brillante prosa de Sheridan, lúcida y hurgona, ha repartido constantes latigazos sin discriminaciones tanto a las tonterías de los gobernantes como a las estupideces que decía la oposición, con lo cual, como es habitual con todos los que se niegan a ir a la catequesis progresista, es tildado de algo así como un ácrata elitista y conservador. A uno de los que ha dedicado más causticidades, sarcasmos e ironías ha sido a López Obrador. Un desconocedor de los detalles de la política mexicana y sus perfiles (como solemos ser todos los españoles) podía caer en la tentación de pensar que tenía cierta fijación con el individuo o que había entre ellos alguna vieja rencilla pendiente. Ahora, a la vista de las manifestaciones del bueno de AMLO (recomendando salir y abrazarse con coronavirus) podemos afirmar claramente que el tipo era realmente como Sheridan lo describía. Lo más grande de Sheridan es que nunca lo calificó, se limitó a comentar sus discursos y argumentaciones para que se retratase solo. Qué gran época la de los móviles; nos permiten comprobar audiovisualmente que el hombre de letras se quedó corto y como AMLO dice incluso bobadas peores. López Obrador es el presidente elegido por todos los mexicanos y no desearía que estos se ofendieran conmigo porque afirmo que su hombre electo dice estupideces. Para descartar cualquier ánimo de ofensa, tengo dos argumentos: el primero es que señalarle a uno sus cretineces no es calificarlo de cretino. Todos, tarde o temprano, decimos alguna tontería. Solo quien tiene el talento de insistir permanentemente en perpetrarlas merece esa designación y yo, como desconocedor de AMLO y la política mexicana, eso no lo tengo averiguado. El segundo argumento es que reconozco, con solo mirar a la Moncloa, que los españoles no lo hacemos en ningún modo mejor escogiendo a nuestros dirigentes. Se han escuchado cosas formidables con esto del coronavirus. Todas las cosas sensatas las han dicho los científicos. Y todas las estupideces más monumentales invariablemente, sin excepción, han provenido de labios de los políticos.
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