Opinión

Teatro de marionetas

Gepeto, el padre de Pedro Sánchez, es probablemente solo un personaje literario. Lo inventó el escritor italiano Carlo Collodi. En la vida, siempre hay dos progenitores principales. De una parte, está el biológico que es quien nos ha dado la vida y, de otra, está el padre intelectual que es el que nos enseña un oficio. En los escritos de Collodi, Gepeto era el padre no biológico, pleno de bonhomía, reticente a reconocer que, con la mejor intención, había puesto sobre el mundo un títere inadaptado.

Carlo Collodi fue soldado antes de ponerse a escribir para niños y quizá eso explica la crueldad de algunas de sus escenas. De hecho, aunque publicaba en revistas para niños puede discutirse que pertenezca a la literatura infantil. Basta ver la crudeza (dolor, ahorcamientos) de algunas de sus ficciones, supuestamente destinadas a la infancia, para replantearse esa visión. En el momento de la reunificación de Italia, Collodi era un interesado de las leyendas tradicionales, y, como siempre pasa, terminó inventando las suyas propias. El título original de Pinocho, su cuento más famoso, era el de «Historia de una marioneta».

Cualquiera que, el pasado diciembre, presenciara cómo el actual presidente prometía acciones que tres semanas después incumplía, no puede evitar pensar que los hilos que mueven a Pedro Sánchez encuentran su origen en el socialismo que, tras la segunda legislatura de Zapatero, se encontró desnortado y superado por el populismo asambleario. Esa parte del PSOE solo supo reaccionar adquiriendo los peores defectos del populismo que le estaba segando la hierba bajo los pies.

El hecho de tener que gobernar en coalición solo ha redundado en acrecentar la fama de marioneta voluble, a merced de los elementos, que arrastra el líder socialista. Es comprensible que la población no se fíe mucho de las palabras que pueda decir Sánchez sobre el coronavirus. Su evidente debilidad para negociar pactos beneficiosos y generar consensos intenta sobrecompensarla fingiendo fortalezas que no tiene, desembocando en rigideces. Para tranquilizar a la población, un gobernante debe transmitir confianza. Quizá necesitaríamos pues, y pase el chiste fácil, un personaje hecho de otra madera.