Opinión
¿Vuelve Tejero?
Es público y notorio mi amor, mi admiración y mi respeto a la Guardia Civil. Entre otras mil y una razones, porque se jugaron el pescuezo por defender el Estado de Derecho y la libertad en los tiempos de plomo. En esas cuatro décadas en las que ETA asesinaba sin parar. Ojo al dato: los subordinados del ahora aliado de Pedro Sánchez, Arnaldo Otegi, llegaron a matar a 100 personas al año, una cada tres días y medio que se dice pronto. La Guardia Civil detenta el triste récord de ser la institución con más víctimas mortales: 203 frente a las 146 de la igualmente querida Policía o las 98 de nuestras ejemplares Fuerzas Armadas. No quedan ahí mis motivos para el aprecio de los 78.000 hombres y mujeres de un Cuerpo fundado hace 176 años por mi paisano el duque de Ahumada. En una sociedad en la que el egoísmo es la marca de la casa, en la que cada uno va a lo suyo, en la que el materialismo es el nuevo credo, tanto ellos como nuestros policías y nuestros soldados dan a la sociedad mucho más de lo que reciben de ella. Ahí están dejándose la piel y en ocasiones la vida cada vez que se presenta un marrón en forma de tragedia medioambiental, ataque a la Constitución o asalto a nuestros derechos civiles. Dicho lo cual me pregunto de dónde ha salido el general que ayer aseguró que «la Guardia Civil trabaja para minimizar las críticas al Gobierno» en la red. Eso es lo que vomitó desde Moncloa un tal José Manuel Santiago, número 2 de la Benemérita y jefe del Estado Mayor. Han leído bien: uno de los deberes que han puesto a los 78.000 agentes de verde es censurar la libre crítica a nuestro Gobierno socialcomunista. Como si fuera la mismísima Guardia Nacional Bolivariana. El impresentable Grande-Marlaska, que la semana pasada tildó de «asesino» a un hombre cuya mujer se había suicidado, afirma ahora que lo del tal Santiago es un «lapsus». Dijo «lapsus» porque esta vez lo de «bulo» no colaba. La duda sería razonable si no fuera porque hace seis días el Gobierno hizo pública una encuesta del CIS en la que se planteaba la posibilidad de censurar a los medios a la hora de informar sobre el coronavirus. Demasiadas casualidades. Tantas como para que los españoles nos preguntemos con razón: «¿Vuelve Tejero?».
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