Opinión

Centro de gravedad

En el terreno de la física es «el punto respecto al cual las fuerzas que la gravedad ejerce sobre los diferentes puntos materiales que constituyen el cuerpo, producen un momento resultante nulo».

Tengo claro que el poder necesita apoyarse en un centro de gravedad estable. Porque el desequilibrio, por falta de liderazgo, por choque entre «los diferentes puntos que constituyen el cuerpo», conduce a la falta de confianza. Sin esta, no hay poder, hay selva.

El centro de gravedad de nuestra vida política actual procede de una ajustada moción de censura y posteriormente, de una mayoría –frágil pero suficiente– conseguida en las siguientes elecciones generales. Los puntos gravitatorios estaban desde entonces bien definidos en Moncloa: potente gabinete al estilo «Godoy»; control exhaustivo de los medios con acceso inmediato a partidas presupuestarias para «engrasar» el sistema; por supuesto control de RTVE y por si alguien tenía dudas, un CIS hecho a medida, sazonando. En la periferia, una Presidencia del Congreso afín, relajaría su importante papel de control del Ejecutivo, la Fiscalía General seguiría siendo fiel a la persona y al partido y el Poder Judicial iría decayendo en su función de tercer poder del Estado de Derecho, en tanto se dirimían en un territorio tristemente politizado, interinidades, relevos y ascensos. Para otros menesteres, se dejaba en Ferraz un retén de quebrantahuesos. Punto.

Tras las elecciones, amordazadas las hemerotecas, perjurando sobre lo jurado, un gobierno de conveniencia «entre dos diferentes puntos materiales» produjo desequilibrios en el centro de gravedad del poder, arrastrando en la incertidumbre más desconfianza.

Moncloa para no perder peso gravitatorio, diseñó incluso un centro de gravedad satélite, allá por el edificio de los Sindicatos Verticales del Paseo del Prado. Pero se equivocó. No asumieron todos el papel de satélite secundario. Y cuestionaron y cuestionan. Y siguen sin conformarse con el papel de meros acompañantes. Aparecen, reclaman, distorsionan. Y aunque físicamente estén alejadas del centro de poder de Moncloa, han intentado y seguirán intentando asaltarlo, antes incluso que asaltar su cielo.

En medio de esta incertidumbre, descoordinación y pulso entre protagonismos y poderes, aparece la trágica COVID-19 que se habrá llevado a la tumba a miles de españoles, entre ellos cruelmente, a muchos de nuestros mayores.

Y el centro de gravedad del poder se ha tambaleado. Aquellos ministros felices de haberse conocido en Quintos de Mora, en su mayoría sin más experiencia que algún ayuntamiento de provincias, una consejería o un despacho laboralista, se han encontrado con el difícil marrón de gestionar la pandemia. Y a pesar de, no debo dudarlo, buenas intenciones, han gestionado mal. Mal, aun arropándose en expertos, en el control de datos y de la opinión pública, en un estado de Alarma que invade competencias que corresponden al de Excepción, en los uniformados, en la crisis mundial, en los países (¿) que lo han hecho peor que nosotros. Todo sin querer mirar y admirar como Alemania con 16 «Lander» equivalentes a nuestras 17 comunidades autónomas, lo ha hecho mejor.

Porque gestionar bien, no es tan sencillo. Es muy diferente al sonriente bullicio callejero detrás de una pancarta; nada que ver con mal digeridas doctrinas sociales; con largas verborreas que no dicen nada; con precocinados juicios contra el IBEX el esencial tejido empresarial y la iniciativa privada.

A aquella citada primera pérdida de confianza debida a pactos post electorales, se une ahora la desconfianza en la capacidad de gestión.

Hoy parece decidido poner en manos de una Comisión del Congreso la adopción de medidas extraordinarias que nos ayuden a salir de la crisis. Constitucionalmente es el lugar. Allí cada grupo parlamentario, sin líneas rojas, tiene su peso específico; no igual silla como en una mesa de Moncloa. No obstante: ¿dejará esta desplazar el centro de gravedad a la Carrera de San Jerónimo?; ¿o al Senado, donde de una vez por todas, deberían coordinarse las políticas estatales con las de la comunidades autónomas?

Siento decir que tengo mis dudas, aunque la gravedad del momento lo exija por respeto a una sociedad que ha sido modélica, ante el galopante endeudamiento de nuestra Hacienda pública, el derrumbe del PIB y las urgentes necesidades económicas y sociales que se avecinan, algunas de ellas incluso caducadas, selladas en el pasado mes de marzo.

Ante la gravedad del momento, es fundamental la recuperación de la confianza en nuestras instituciones, situando en el centro de gravedad de nuestra vida pública una eficiente capacidad de gestión. También debemos ganar la confianza de nuestros socios europeos que, con sacrificios, han sabido gestionar con previsión y eficiencia. Porque Europa será vital en la recuperación.

Espero que todo esto lo entienda nuestra clase política; asumiendo incluso, desplazarse por incapaces del centro de gravedad del poder.