Opinión
Tal vez soñar
Son estos días tristes. Días de miles de fallecimientos, de desapariciones de personas que queríamos, de vernos obligados a aceptar ausencias que ya para siempre serán irremediables. Se nos planta enfrente el hecho siempre estremecedor de la muerte, impidiéndonos desviar la mirada. El miedo y el desconsuelo que nos produce son muy difícilmente tratables. Hoy en día se usa mucho el verbo «superar» para dar a entender que hemos dejado atrás los momentos más tristes de este tipo de circunstancias. Pero verdaderamente veo muy difícil, si no imposible, que se puedan superar nunca este tipo de cosas, a no ser que el sentido que se le esté dando al verbo sea el de olvidarlas. En estos casos, los seres humanos nos vemos desgarrados por una contradicción: por un lado, desearíamos olvidar pronto para no sufrir, pero, por otra parte, no queremos olvidar a aquellas personas que fueron tan importantes para nosotros, que forman parte de los recuerdos que han hecho que consideremos a la vida algo merecedor de ser vivida. En ese proceso de ubicación de la tristeza hay libros que ayudan. Uno de ellos lo mencioné aquí hace poco: es el relato «The Dead» de James Joyce. Pero sería injusto dejar así las cosas y no ponerle al lado «La muerte de Ivan Ilich» de Leo Tolstoi.
Tolstoi era un genio compuesto de un gran artista y un insufrible predicador. Afortunadamente para los lectores, en sus ficciones siempre terminaba derrotando el primero al segundo porque su imaginación era tan sensual, tan humana, que triunfaba; pero cuando no imaginaba, se imponía el sermoneador. Tiene un ensayo («Qué es el arte») donde se comprueba claramente. Empieza muy bien, pero termina sermoneando a todo el mundo. «La muerte de Iván Ilich» es todo lo contrario. Como se ve obligado a imaginar los últimos pensamientos de un hombre, alumbra casi sin proponérselo uno de los mejores momentos de narrativa humana. Muestra a Iván, ya casi ido, consumiendo sus últimos segundos en… ¡preocuparse por el sufrimiento y la tristeza de los seres queridos que vienen a despedirlo! Algo tan difícil pero tan real surge con una naturalidad enorme. No se me ocurre mejor tributo de un escritor a ese enigma insondable llamado humanidad.
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