Opinión
Alienígenas
La temperatura ya ha subido por encima de los 22 grados y da totalmente la sensación de que sea eso lo que el Gobierno está esperando para ver si así se libra del virus y poder decir que lo ha derrotado. Es demasiado macabro pensar que dependemos de la simple meteorología para superar una pandemia, que estamos en manos del simple azar estacional. Si así fuera, la situación sería muy parecida a la de «La Guerra de los Mundos» de H.G. Wells. Allí, un invasor implacable, desconocido e indiferente empieza a destruir al género humano. Cuando la humanidad, después de probar todas sus medidas defensivas ve que ninguna funciona y se da por perdida, el invasor se detiene. A su vez, ha sido invadido por microorganismos indetectables y estos le han causado la muerte. Al final es la casualidad biológica de los gérmenes y las bacterias las que derrotan a los extraterrestres amenazadores sin intervención de mano humana. Wells fue muy dado a distopías y fantasías. Inventó viajes en el tiempo, hombres invisibles y un montón de situaciones inverosímiles a las que insuflaba vida con una visualización poderosa y de digna página. Ha quedado ubicado en un lugar secundario de la literatura porque su prosa no deslumbra, pero sus argumentos temáticos son de una fantasía muy humana y bien medida. Uno de los que con más agrado defendía y reivindicaba a Wells era precisamente un gran estilista: Vladimir Nabokov.
Nabokov era muy listo y aunque su placer residía en el lenguaje, no perdía de vista que las narraciones deben contener además un argumento temático hechizante y también un poco de trascendencia para que sus conclusiones resulten interesantes como género. La sublimación de esas gotas de trascendencia es de lo más delicado escribiendo. La trascendencia es muy peligrosa. Si te pasas, produces pedantería. Si te quedas corto, el resultado es la insignificancia. Wells conseguía trascendencia a través de paradojas temáticas simples. A sus humanos no les salvan de los alienígenas su propia condición sino ese azar catastrófico que es también su principal condena. Pensadlo cuando comprobéis que, en lugar de en manos de un gobierno y una organización, estamos al albur de la casualidad más ciega.
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