Opinión
Fiscalidad suicida
El coronavirus remite y los gobiernos se van centrando en la crisis económica. En general, los países de la OCDE han optado por retrasar el pago de impuestos como IVA, IRPF y Sociedades además de las Cotizaciones Sociales. Algunas naciones incluso han decidido aplazarlos hasta 2021. En todos los casos, los intereses de demora son meramente simbólicos –0,01 por ciento en Holanda o 0 en Suiza– para permitir que la gente pueda recuperarse económicamente sin el agobio de los impuestos. Los ejemplos son muy diversos, pero todos van en la misma dirección. Así, Bélgica ha concedido un aplazamiento de dos meses en el pago del IVA, el IRPF y Sociedades. Es la nación más cicatera porque Estados Unidos, Canadá, Chile, Corea del sur e incluso Eslovenia han adoptado un retraso de tres meses en el pago del IVA, el IRPF y sociedades. Grecia, consciente de sus limitaciones económicas, ha retrasado el pago del IVA y de las cotizaciones sociales hasta cinco meses. Hungría ha retrasado seis meses el pago de las cotizaciones sociales. Nuestra vecina Portugal que, desde hace tiempo, no deja de darnos lecciones sobre cómo hacer bien las cosas, ha retrasado medio año el pago del IVA y de las cotizaciones sociales. Claro que Gran Bretaña permite posponer el pago del IVA y del IBI empresarial entre tres y doce meses. Algunas naciones como Islandia, Letonia y Lituania han retrasado los pagos hasta 2021. En clara contraposición, España ha seguido cobrando todos los impuestos y cotizaciones sociales; los bonus boys de la Agencia Tributaria han continuado su labor depredadora aunque, por supuesto, sin aparecer por el despacho y el Gobierno planea una gigantesca subida de impuestos. A fin de cuentas, ¿cómo se costearía sino el derrochón e ineficaz sistema autonómico? ¿Cómo mantendríamos a partidos y sindicatos junto con el doble de políticos que Alemania? ¿Cómo pagaríamos las embajadas de Cataluña en el extranjero desde las que se difunde el odio a España o los conciertos económicos vasco y navarro? ¿Cómo cubriríamos los gastos de diócesis y añadidos? ¿Cómo continuaríamos vertiendo caudales en favor de la lucha contra el calentamiento global o de la ideología de género incluso tras los focos inmensos de contagio de las manifestaciones del 8M? Más valdría que afiliados, fieles y aficionados se pagaran todo de su bolsillo antes de que España, aplastada por los impuestos, de nuevo entre en bancarrota.
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