Opinión

La única que se atreve con el matón

Cayetana Álvarez de Toledo es altiva, arrogante y se cree que el resto del mundo somos gilipollas. Pero ni el más encarnizado de sus enemigos puede discutirle un talento y una brillantez que, en lugar de conducirla por el camino de la soberbia, habrían de llevarla por el de la modestia. Una persona tan inteligente como ella debería tener colmado el cupo de la vanidad hace ya mucho tiempo. Es menester admitir también su descomunal oratoria, a años luz de la media de un Parlamento que desgraciadamente es un patético remedo del de Castelar o, yéndonos más cerca, de ése que nos ofrecía un espectáculo delicioso a diario en los felices años de la Transición. El miércoles demostró nuevamente que es, excepción hecha de los gerifaltes de Vox, el único político que se atreve a poner en su sitio al personaje público más chulo y matonil que vieron los tiempos: Pablo Iglesias. El vicepresidente comunista se dirigió a la portavoz popular con un apelativo vomitivamente machista: «Señora marquesa». La presidenta de la Cámara, la presuntamente feminista Meritxell Batet, hizo como que no había oído nada. Nadie recriminó nada al pájaro. Todos callaron como mierdas. Como hicieron cuando aseguró que «azotaría a Mariló Montero hasta que sangrase» o como cuando apuntó, también en sede parlamentaria, que «Andrea Levy se calienta con [el diputado podemita] Miguel Vila». Pero ella no se arredró. Al despectivo machismo del caudillo podemita opuso una cuestión «fáctica»: «Usted es el hijo de un terrorista, a esa aristocracia pertenece usted, a la del crimen político». Hasta el propio Iglesias ha admitido que su padre militó en la banda terrorista FRAP. También tiró de obviedad para tildarle de «embajador de ETA». Admiro a Cayetana por no tener miedo a este perdonavidas al que nadie, sea periodista, político o juez, se atreve a hincar el diente informativo, ético o legal. La víctima fue declarada públicamente culpable y linchada en la plaza pública, mientras su victimario se iba de rositas. La historia de siempre. El tontaina PP no sólo no cerró filas con ella en público sino que en privado la pusieron a parir olvidando las decenas de miles de votantes de Vox que han decidido volver a casa cual hijos pródigos tras escuchar sus palabras. Lamentable también el espectáculo de Feijóo. El mejor presidente de la historia de Galicia le acusó de «perder los papeles». Eso sí: ni una sola crítica al macarra. Complejitis se llama.