Opinión

No es racismo

Suelo hacerlo cuando abro los ojos cada mañana, es la forma más cómoda de comprender qué está ocurriendo en el mundo, este convulso que nos ha tocado vivir. Miro el Instagram y fisgoneo novedades. La mayoría de veces apenas encuentro las simplezas habituales pero otras, como hoy, tanteo adormilado por el muro y descubro un nuevo movimiento en las redes, lo llaman #blackouttuesday. Trata de que influencers de todo el mundo (y no tan influencers) utilizan su influencia para subir una fotografía completamente negra a sus perfiles como denuncia por la muerte de George Floyd. Voy a ser impopular, pero no me ha gustado. No me ha gustado nada.

Te diré por qué. Cualquiera que haya visto una de las violentas películas que lanza Hollywood cada semana, con sus disparos y explosiones de alta calidad, sus guapos y guapas pistoleras, podrá comprender que la desgraciada muerte de George Floyd no es una materia exclusiva del racismo. Quiero decir, hablamos de un país donde está permitido descerrajar un tiro a cualquiera que entre en tu propiedad, sin preguntar, allí, en el centro del pecho. Hablamos de 30 millones de parados y subiendo, además de una tasa de homicidios superior a la de cualquier país de Europa. A esto se le suman cárceles abarrotadas y un nivel de drogodependencia difícil de superar por ningún otro país.

La cuestión no es el racismo y suele ocurrir que los problemas son más oscuros y complejos de lo que nosotros pretendemos ver desde el sofá. El problema es la violencia. Decenas de negocios privados saqueados y posteriormente prendidos durante las protestas estadounidenses no es racismo, es violencia y aprovechamiento de la situación para llevarse una televisión nueva a casa. ¿Qué culpa tenía la Iglesia de San Juan, en Washington, para que ayer acabase consumida por las llamas? ¿Es eso racismo? ¿O es rencor, es miedo, es violencia? El racismo es rencor y el rencor nace del miedo y del miedo la violencia.

Esas imágenes negras que tanto me han sorprendido esta mañana no son racismo. Racismo son 257 millones de individuos anuales en situación de hambruna extrema en el continente africano, tras haber sufrido durante tres siglos la esclavitud y casi dos la colonización, para luego haber sido abandonados a su suerte por las potencias que los hundieron. Eso sí es racismo y muchas cosas más, es interés económico, desentendimiento de la culpa y poca educación. Pero es demasiado común, o no es lo suficientemente popular, como para ponerle un nombre simple y subir una imagen insulsa al Instagram. Esta clase de prácticas fotográficas tampoco son racismo tanto como activismo, o simple inercia social que nos empuja a convertir la causa del mes en la nuestra, no sin antes jurarnos (con eficacia escasa) que esta causa sí terminará por impactar en nosotros y no la mandaremos al baúl de los recuerdos cuando encontremos una nueva causa por la que luchar. No es racismo, es nuestra extraordinaria capacidad en el arte de olvidar.

Y por supuesto que también es racismo. Un racismo frío y cruel que lleva a un policía a abusar de su poder hasta asfixiar a un hombre por ser negro y haber falsificado veinte dólares. Pero también es mucho más, ya lo hemos visto, es rencor y miedo y violencia y una asombrosa facilidad para olvidar. Problemas profundos que ni las leyes ni las protestas cambiarán. Ni las imágenes de color negro, por descontado. Hará falta cambiar múltiples ramajes de nuestro pensamiento antes de exterminar el racismo definitivamente, y requieren una constancia que nuestra sociedad acelerada no está dispuesta a aceptar. Hace pocos meses el mundo clamaba que un gran cambio se avecinaba pero nuestra nueva víctima, George Floyd, ahora se preguntará: ¿y ese cambio dónde está?