Opinión
Cherechez la femme
Se acaba de publicar “El ángel de Múnich”, de Fabiano Massimi, donde aparece recogida la obsesión de Hitler por Geli Raubal su sobrina perferida, la hija de su hermanastra. El führer no solo le escribía cartas pornográficas (que firmaba como Wolf), sino que, además, parece ser que fue la única mujer con la que se planteó seriamente casarse. Más allá del interés de la novela, que aún no he leído, pero que me despierta una enorme curiosidad (siempre es interesante conocer la trastienda de los monstruos para explicar sus aberrantes comportamientos), me llama la atención cómo, detrás de todos los hombres poderosos o no, siempre hay una mujer o una pasión, que determina su historia. Es el famoso cherchez la femme, esa frase francesa que lo explica tan bien y que se inventó (o él menos fue el primero en utilizarla en Los mohicanos de París) Alexandre Dumas (padre). Si se revisa la historia, parece que Pablo de Tarso se convirtió por una mujer, que Cleopatra movió el mundo seduciendo a Marco Antonio y a Julio Cesar y que Napoleón no hubiera sido el mismo sin Josefina. Todo influye en los grandes hombres (y en las grandes mujeres) sean santos o malvados. Y Hitler tal vez no hubiera sido el mismo si en casa no le hubieran llamado “mi bestia inútil” en vez de, por ejemplo, “mi niño de oro” que es como llamaban a Freud en la suya, o si no hubiera tenido que vivir en un albergue para personas sin hogar. Pero seguro que la pasión, para la que se construyó un personaje a la medida, también tuvo mucho que ver en su injustificable actitud ante la vida.
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