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Opinión

La Patrona de Madrid, un recuerdo desde la economía

Madrid pasó a tener un papel singular en la economía española a partir de comienzos del siglo XIX. El impulso se debió, en principio, a la acción de los comerciantes madrileños que pasaron a ser fundamentales, tanto respecto a cuestiones relacionadas con la economía española, como en relación con la política y también con el mundo intelectual. Concretamente, por sus intereses, defendieron el librecambio y actuaron contra el proteccionismo, y ello generó enlaces inmediatamente con mundos tan variados como el de la francmasonería, además, con variadísimos políticos de la Corte, y al cabo de cierto tiempo, nada menos que con el pensamiento krausista y también con personalidades concretas como Giner de los Ríos. Ese mundo madrileño fue expuesto de manera muy completa por Pérez Galdós. Como de ahí se derivaron realidades económicas españolas extraordinarias, que el día de la Patrona de Madrid, y como homenaje a Galdós –porque estoy seguro que esos comerciantes madrileños honraron siempre a la Virgen de la Almudena–, y además, porque se conmemora este año el centenario del novelista, me pareció de interés redactar, hoy, una glosa de lo que éste señala, en relación con uno de esos comerciantes madrileños: Primitivo Cordero. De él escribió: «Su comercio de hierro (era) un modelo de buena fe, crédito y orden. En las relaciones sociales fue siempre un hombre ejemplar: a nadie calumnió ni estafó, ni maltrató. Si no odiara, con toda su alma a los serviles, se le tendría por paloma torcaz antes que por hombre. Con sus amigos es leal y cariñoso, y su opinión de buen muchacho está tan arraigada que ha llegado a ser dogma de fe desde los portales de Bringas hasta el pasillo de Gilimón . En su casa es modelo de padres y esposo. Para que nada falte, hasta es buen católico y cumple con la Iglesia sin dar que decir al sacristán de su barrio, ni menos al cura, que saben lo que pesan la cera, las limosnas y las misas del señor don Primitivo Cordero». Pero, en la casa de los comerciantes Cordero, también anegaba el gusano de la llamada bucólica como inversión: Cordero también tiene «fincas en los cigarrales de Toledo, donde poseía extensas tierras y una casa de labranza». Ese mundo comercial prefirió defender sus intereses, incluso llegando a la violencia, lo que explica Galdós, en relación con la sublevación de Riego: «Debo advertir que en marzo de 1820 yo notaba en la población un movimiento mucho más espontáneo y general que en mayo de 1814». Todos los tenderos, todo el comercio alto y bajo de los barrios del Sur y del Centro se asociaba al impulso con una franca y natural alegría «lo que produjo, entre otras cosas, la aparición de la Milicia Nacional, que fue su brazo armado revolucionario». Veámoslo en el ya mencionado Primitivo Cordero, comerciante y Capitán de las Milicias.
A partir de ese momento, y en una pugna clarísima con el mundo económico de Barcelona, tras la llegada de capital extranjero a Madrid y el crecimiento de la organización bancaria, los herederos de quienes con seguridad honraron a la Virgen de la Almudena, acabaron por crear uno de los focos económicos mayores existentes en España.
Por supuesto que también actuó muy positivamente para impulsar la economía madrileña un doble factor. Por un lado, a partir de Carlos III se transformó la capital de España en un centro fundamental del sistema nacional de transportes y comunicaciones. Basta recordar el carácter radial que tienen las carreteras, los ferrocarriles, el papel de Barajas en la aviación, e incluso el de las comunicaciones más modernas. Y no digamos el refuerzo que se dio a la organización bancaria española, como nos ha explicado maravillosamente Pedro Tedde, a partir de la creación de los inicios del futuro Banco de España. Pero todo ello partía del impulso inicial de los Primitivo Cordero, diseñados, en muchas de sus novelas por Pérez Galdós.
Se ha aludido previamente al choque generado por el librecambismo radicado en Madrid, con el proteccionismo vinculado a Barcelona. Ahí tenemos la raíz de acontecimientos presentes que mucho pueden perturbar, al romper el mercado español, nuestra vida económica. Y también, por otro lado, surge en Madrid, relacionado con la economía, un elemento negativo: la posibilidad de que pasen algunos a obtener ventajas especiales de los políticos, como consecuencia de generar una corrupción administrativa y política. Su protagonista lo señaló también Galdós. Se trata de Pipaón, expuesto en la novela Memoria de un cortesano de 1815. En ella precisamente se expone cómo en Madrid pasó a ser posible enriquecerse a través de relaciones con una burocracia corrompida. El ejemplar de ella también nos lo proporcionó Galdós, en la figura de don Buenaventura, «a quien solían llamar el tigre», y que había sido nombrado consejero de Hacienda en 1814. Desgraciadamente también se han visto resucitandos herederos de Pipaón y de don Buenaventura, a pesar de los mensajes que envió, siempre a Madrid, la Virgen de la Almudena.