Opinión

Arrimadas versus los «halcones»

Todos los «halcones» de izquierda y derecha de la política española quieren acabar con ella o servirse de ella. Iglesias, Rufián y Otegi se pelean por ver quién se apunta el tanto de arrinconarla más. Con España cayendo en un agujero negro, creen que ante sus parroquias les suma puntos presumir de que son tan puros en su radicalidad de izquierdas y en su radicalidad independentista que no se mezclan con otros, y menos cuando la causa lleva por título la construcción nacional. Sánchez cree que la puede usar para abaratar el precio de sus apoyos. Casado la dio por amortizada hace tiempo. Y Abascal la desprecia por decir que antepone la emergencia a la ideología de siglas.

Sus críticos son los que ya no están en el partido, con Rivera, el artífice de la bancarrota que heredó, como agitador. Y así, los «halcones» buscan esconder sus mentiras, sus contradicciones y su obsesión por el voto pisándola por tender la mano para priorizar el qué se pacta sobre el con quién se pacta. En las primeras semanas de confinamiento los referentes de todos los partidos se disfrazaron de dirigentes de Estado y anunciaron a los españoles que priorizaban los intereses del conjunto por encima de sus objetivos personales. Esto, de ser cierto, implicaba ceder, renunciar a la política de siempre, el consenso frente a la bronca, y arrimar el hombro para construir. Inés Arrimadas se estrenó en la presidencia de Cs cuando estalló la peor tragedia a la que se ha enfrentado España desde la restauración de la democracia. Y sin tiempo, decidió ante la crisis de Estado dejar atrás la obsesión de Rivera por quitarle a Casado el liderazgo de la derecha y primar a cualquier otra consideración el espíritu de colaboración. Ha sido y es consecuente con lo que prometió. Quizás la única, aunque en tiempo de polarización esté mal visto porque te deja en cueros en tierra de nadie.

Arrimadas sabe que su estrategia es muy arriesgada en clave electoral. Sabe también que Sánchez es un trilero que juega a varias barajas. Pero en cada una de sus intervenciones públicas siempre menciona el número actualizado de fallecidos, oficiales, por la pandemia porque, como defendió en marzo, sigue pensando que la utilidad es lo que puede ayudar a salvar vidas y salvar empleos. «No es necesario que tengan que humillarse ante Otegi», y sólo para eso es para lo que ofrece sus diputados a Sánchez. Para cortarle la cabeza a Medusa.