Opinión
Otra vez con las vergüenzas al aire
Estos meses de atrás llegó a ponerse en marcha la campaña «Yo no he cobrado el ERTE» para denunciar el retraso de las prestaciones a los trabajadores afectados en su actividad laboral por la pandemia. La excepcionalidad del momento justifica situaciones de desbordamiento, pero también ha servido para confirmar ante los ojos incrédulos de los españoles más perjudicados por la crisis que se enfrentan a una Administración desfasada, paleontológica, con grasas en unas cartucheras que no cumplen ninguna función y desnutrida en otros servicios.
Aquí no ha habido Gobierno que no haya presumido de imprimir en su huella histórica una reforma de la Administración para hacerla más eficaz y moderna. Recuerdo que fue el gran eslogan de la primera Legislatura de Mariano Rajoy, con su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, rellenando su álbum de fotos con los actos y actos que celebró para presentar su histórica racionalización administrativa. La vicepresidenta, Carmen Calvo, ha anunciado también hace unos días otra reforma de la Administración Pública: «Necesita una modernización profunda». Más de lo mismo, y seguro que con este proyecto se gana tantos titulares como los que se colgó como medallas su predecesora del PP.
Pero la realidad es que nuestra Administración Pública está en decadencia por su envejecimiento, las inercias burocráticas, la cultura jerárquica, la ausencia de talento joven y la falta de digitalización. Esto último y la falta de personal explican por qué hay españoles que siguen sin recibir sus prestaciones y viven de lo prestado por otros, si tienen la suerte de que haya otros que puedan prestarles algo. Retrasos, pagos indebidos, líneas colapsadas. Son miles y miles los españoles que estos meses de tragedia han tenido que lidiar, además, con el rostro más desesperante de la burocracia administrativa.
En cualquier oficina de empleo te explican de forma rápida dónde está el problema: no hay digitalización, no hay wifi, los programas están anticuados, no soportan la carga de trabajo, falla la formación digital de la plantilla y todo el sistema de webs de la Administración está en la prehistoria. Ahora son los fondos europeos los que prometen corregir este drama, pero los que están en ventanilla se temen que acaben antes en otros bolsillos. Ahora, para más fotos y medallas políticas, seguro que dan.
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