Opinión

El Gobierno de la «expertitud»

Antes de meternos en ignotos jardines para cambiar la Constitución con la excusa del lenguaje inclusivo no estaría de más que primero habláramos bien, yo el primero por la senda constitucional, el de toda la vida, ese que atesora el diccionario de la RAE, víctima de la OPA de un puñado de burócratas y biempensantes metidos a lingüistas y exprimidores de cerebros. La vicepresidenta Calvo abandera esa manifestación de monjitas que dan pellizcos a los académicos para que dejen de ser machistas, racistas y personas de mal vivir mientras ella destroza el lenguaje o se lo inventa. «Expertitud» quedará como una muesca más en su revólver que va dejando un reguero de sangre entre las palabras, incapaces de comunicarse entre sí. «Fernando Simón tiene ese cargo en razón de su expertitud», argumentó la doctora en Derecho Constitucional, que deformaba la realidad en el fondo, porque no aclara dónde están los expertos y qué placebo ha tomado Simón para mantener su puesto, y en la forma, que es un atajo para que la realidad se imponga.
En el consejo de «ministras», que diría Irene Montero, debe haber mucha «expertitud» para que un bajito (en lo físico, aquí un servidor) sea una persona de pequeña estatura aunque lleve moño y que se quiera, como se dice, abrir el melón para cambiar «disminuido». Sánchez habla de «lucha armada» para referirse a ETA e Iglesias de «éxito de la democracia» cuando subraya que Bildu y ERC apoyan los Presupuestos. Ya no es una anécdota para jolgorio de la Prensa y los retuits de Pérez Reverte que la titular de Igualdad rete a los académicos que «tienen mucho que aprender» o que se queje de la «adultocracia» (en qué lengua vehicular soñará esta Excelentísima Señora) sino un plan trazado con acentos circunflejos que anhela de España lo que el Gobierno nombre. El también ministro Ábalos «respeta» la decisión del Supremo de revocar el tercer grado a los del «procés» como si estuviera en una tarde de toros y se refiriera al presidente por no indultar a un astado. Oh Moncloa, una palabra tuya bastará para inventarnos.