Política

La expertitud de Calvo

Belén Bajo

El novelista Henry Miller decía que «el ejemplo mueve el mundo más que la doctrina» y el ensayista Joseph Joubert que «los niños necesitan modelos a seguir». En el último informe del Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias (TIMSS), los alumnos españoles empeoran su rendimiento alejándonos cada vez más de la media de la OCDE y la UE.

No me quiero imaginar cuál hubiera sido la nota de nuestros alumnos de primaria, si tomaran como modelo a seguir a Carmen Calvo, cuando dice que los expertos que asesoran al Gobierno son funcionarios públicos de la Administración General del Estado, que lo son porque son expertos y que Simón tiene su cargo por su «expertitud». No sabemos si para ser experto hay que ser funcionario o sí para ser funcionario hay que ser experto. Como tampoco sabemos si expertitud equivale a experiencia o a la posesión de la virtud de ser experto, porque la palabra no existe.

O cuando confunde anglicanismo con anglicismo, o dixit (en latín ha dicho) con dixie (personaje animado) o atribuye a la UNESCO la capacidad de llegar a acuerdos internacionales planetarios. O te quedas con la duda, después de decir que ella trabajó en el ámbito privado por ser funcionaria pública, de si la causa de que haya tanto paro en España se debe a que solo pueden trabajar, en lo público y en lo privado, aquellos que tienen la condición de funcionario.

No me quiero imaginar el resultado del próximo estudio internacional, estando ya vigente la Ley Celaá, que no valora la calidad, el mérito y el esfuerzo, con la que no es necesario aprobar para pasar de curso, ni el español es ya lengua vehicular. No me lo quiero imaginar porque, según Picasso, «todo lo que puedas imaginar, es real».