Política
Menudos Reyes Magos
Queridos Reyes Magos:
Vaya por delante que esto no debiera ser una carta desagradable, ni siquiera crítica. Pero me veo en la necesidad de elevar una queja formal a Sus Majestades a pesar de que la huella de su presencia en los hogares españoles esconde siquiera unas horas el falso, y por ello estéril, debate sobre el régimen político. Hasta en los hogares más recalcitrantemente republicanos, hoy reina un grato jolgorio monárquico. Y eso, sin duda, es obra suya.
Pero hecha la salvedad, me van a permitir que exprese la decepción que hoy supone para mí la forma en que han ignorado casi completamente mis peticiones para este año, convencido como estoy de que eran bastante razonables.
Les pedí enfermeras. Muchas enfermeras. Todas las que fueran necesarias para atender la expansión de la Covid que teníamos encima, y no sólo no las hay ni para eso ni para mantener un proceso sensato de vacunación, sino que me entero en la víspera que no se ha contratado personal casi ni para cubrir plazas vacantes. Parece como si de la experiencia no hubiéramos aprendido nada. Muy mal.
Les pedí reforzar la atención primaria a la vista de la saturación que había dejado exhausto al personal sanitario durante el primer embate de la pandemia. Pero nada. Llegó el segundo, e igual. Y ahora viene el tercero y seguimos en las mismas. O peor, porque los sanitarios, bajo mínimos, están aún más exhaustos. Muy mal.
Les pedí amplitud de miras, y perspectiva de futuro para los líderes y lo que me traen es al ministro de Sanidad yéndose a Cataluña. No me refería exactamente a eso con ampliar miras ni pensaba en las elecciones autonómicas cuando reclamaba perspectiva de futuro. Tampoco ahí me han entendido. Muy mal.
Les pedí un país unido y moviéndose al mismo ritmo y me traen hordas ciudadanas arremolinándose en centros comerciales alrededor de famosos todo a cien, o fiestas ilegales allá donde haya cuatro paredes que sostengan la alcayata para un altavoz. Mientras, dejamos morirse la hostelería con limitaciones que se burlan casi impunemente, y dejamos los teatros escuálidos cuando no vacíos; sombríos y sin toses en los silencios. Bueno, sin unas ni otros.
Ya lo sé, no es cuestión suya poner soluciones a problemas terrenales, ni buscar salidas a crisis que son de nuestro tiempo. Pero supuse que ustedes, siendo magos, y habiendo constancia documental de su experiencia viajera, su profundo conocimiento de la condición humana, y su constante compromiso, año tras año, con cada nueva generación de niños y niñas, podrían al menos dar un empujoncito o iluminar de la forma que considerasen más pertinente a quienes entre nuestras élites habrían de tomar las decisiones adecuadas para sacarnos de ésta, o propiciar una mejor orientación a quienes de entre los gobernados por esas élites siguen sin haber entendido la incuestionable gravedad de la situación actual.
Pero nada.
Habré de concederles la enorme generosidad de traer la vacuna, pero esa no se la pedí. Y no lo hice porque confiaba y sigo confiando en la ciencia. En ella sí.
Me va a costar seguir creyendo en ustedes. Aunque me temo que no me va a quedar más remedio, porque la otra opción es volver a confiar en quienes hasta hoy no han sido capaces de sacar lección alguna de lo que durante este año hemos padecido.
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