Capitolio de los Estados Unidos
Trump y el recuerdo de McCarthy
Los personajes que asaltaron el Capitolio son herederos de la «caza de brujas», pero los encontramos en Europa acomodados en los populismos de izquierdas y derechas.
Una gran democracia como la estadounidense ha dado personajes nefastos y ha sufrido crisis importantes. No hay que pensar que Trump sea un caso único, aunque es verdad que lo que se está viviendo es muy grave y ningún presidente ha acabado su mandato de una forma tan nefasta. Es cierto que la ofensiva de los demócratas complica la situación, porque su prioridad es destruirle y hacerle pagar las humillaciones de estos cuatro años. Estados Unidos vivió unos años muy oscuros durante la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo. Las acciones delictivas que se cometieron, tanto dentro como fuera del país fueron terribles, pero solo se vieron superadas, y con mucho, por la sistemática actuación criminal de la Unión Soviética en todo el mundo. Es bueno recordarlo a los podemitas que ahora pretenden dar lecciones olvidando los horrores perpetrados por el comunismo desde que triunfó la Revolución Rusa en 1917. Joseph McCarthy, un oscuro senador republicano por Wisconsin, se convirtió en el protagonista de los desmanes cometidos durante el periodo de histeria colectiva que se vivió entre 1950 y 1954 contra reales y supuestos comunistas estadounidenses. Otro ser deleznable fue el todopoderoso Edgar Hoover, director del FBI.
Los presidentes Truman y Eisenhower tuvieron que acabar con aquel procedimiento inquisitorial que destrozó muchas vidas y McCarthy fue descalificado por el Senado en diciembre de 1954 y murió desprestigiado. La historia de los Estados Unidos cuenta con otros personajes similares y existe, por supuesto, un gran fervor por las teorías conspirativas que tienen un notable éxito en libros, películas y series de televisión. Esto no significa que sea representativo de su sociedad. Los personajes que asaltaron el Capitolio son herederos de la «caza de brujas», pero los encontramos en Europa acomodados en los populismos de izquierdas y derechas. Ningún país es inmune a la irrupción de estos fenómenos en tiempos de crisis económicas, sociales o políticas. En este caso, es el síntoma de la profunda división que existe en la sociedad estadounidense y que no finalizará con la desaparición de Trump. Es muy cómodo exorcizar los demonios internos culpando al actual presidente, pero permanecerá la disociación entre las élites urbanas y sus clases medias frente a la otra mitad del país. En estos tiempos se necesitaría un presidente con prestigio y respeto social al margen de su respectivo partido, como eran Wilson, Roosevelt o Eisenhower, pero me temo que la pareja elitista de conveniencia formada por Biden y Harris no es el bálsamo que necesita la sociedad norteamericana para superar esta grave crisis.
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