Opinión

Desde que llegó

Desde que llegó la Covid leo mi vida en tiempo pasado. Es como si este año hubiesen sido muchos años, y yo hubiese envejecido todos esos, y solo queda la vista atrás. Vivir tantos meses en el miedo, la incertidumbre, la falta de proyectos, la penuria de ingresos, la sensación de impotencia, las muertes cercanas, la irrealidad de los consejos políticos, las cuentas abatidas, la cara tapada, los ojos cansados, la falta de abrazos, las sonrisas encubiertas, el miedo al aire, la ausencia de amoríos, la escasez de fiesta, la mirada corta, la lucha por no caer, el ánimo sobreactuado, la pena hacia los pobres, el frío nuevo, los viajes borrados, el crujir de huesos, la certeza de la soledad, la inquietud ante la incompetencia, los ministerios cerrados, los funcionarios invisibles, el toma y quita de Hacienda, la indefensión ante los cabreados, la distancia de los otros, la falta de carmín, el colegueo con la muerte, los ruidos olvidados, los sabores prohibidos, las básculas agresivas, la calle sin erótica, el pijama gastado, la ropa desesperada, los amigos remisos, los mayores frustrados, las viejas encerradas, los niños extrañados, el clima medio loco, la luna que más da, la música enlatada, la nevera caliente, la vida atrás vivida y tantas cosas… me han hecho pensar que aquello que tuve es lo que he tenido y que se acabó. Me siento caminar muy lentamente. Y en el espejo veo a una señora de cara nostálgica. Esta pandemia nos ha distorsionado el ser. Hablamos de cuando hacíamos, y subimos a las redes fotos de recuerdos. Hoy tengo la edad de mi divina perra, siete por uno. O ella la mía.