Salvador Illa

Platón, Illa y las otras crisis

Salvador Illa deja hoy el Consejo de Ministros y su poltrona, sobrevenida hace un año, y emprende el camino de vuelta a Cataluña en busca de un éxito electoral que de aire a los socialistas catalanes del PSC y más tranquilidad a Pedro Sánchez.

Illa tiene opciones, es cierto, aunque menos quizá que las que le conceden la demoscopia de Tezanos y el CIS, pero no deja de ser sorprendente que, en un territorio en que el resulta sospechoso todo lo que huela y proceda de Madrid, el candidato socialista a la Generalitat, aspirante real a ganar las elecciones, haya sido elegido digitalmente –a dedo– en el palacio de la Moncloa, por supuesto sin primarias y con la vaga aquiescencia inicial –luego, entusiasta a la fuerza– del hasta ahora líder del socialismo catalán, ya a las puertas del Consejo de Ministros.

Illa cubrió, hace un año, la cuota catalana, presente en todos los gobiernos de la democracia, y ahora Iceta confirmará la tradición. Illa enfila el camino catalán con la mochila del ministro de Sanidad europeo con los peores datos de la pandemia y cuando la Comisión Europea aconseja aislar parte de España. Acertado o no es imposible por el enfrentamiento entre el Gobierno y las Comunidades Autónomas del que hablan hasta los analistas del Danske Bank, un banco danés con presencia limitada en España.

No es un problema de centralismo, como demuestra la federal Alemania de Angela Merkel, sino de coordinación y de voluntad. Mientras tanto, el rebrote de la pandemia deja ya una nueva recesión económica en Europa y en España y la soñada recuperación de 2021 cada vez se vislumbra más débil.

Por ahora, habrá que esperar al segundo semestre, como dicen en el BCE de Lagarde. Ayer el Banco de España publicó los datos de morosidad: 260.000 peticiones en créditos hipotecarios; 411.000 en otros créditos y 815.000 en créditos sectoriales. En dinero, más de 50.000 millones colgados de la brocha, que seguirán ahí gane quien gane el 14-F en Cataluña, incluso si lo hace Salvador Illa, al que Cebrián acaba de calificar de filósofo socrático por la ausencia de obra escrita. Por otra parte, tampoco se conoce a su Platón.