Sociedad

«Los tres monos sabios» también son racismo

Mejor no escuchar, ni mirar ni decirles a los necios que lo son. Pero ojalá que se den cuenta pronto

A veces hacer lo correcto es muy complicado. Por eso, en la tradición oriental se inventó la compasión. Cuando uno ve a su prójimo siendo injusto, equivocándose, uno debe decidir si es tan grave la afrenta, si debemos escuchar lo que nos lleve a tomar malas acciones o si debemos prejuzgar en los demás una intención de hacernos daño. En torno a estas ideas, el artista japonés Hidari Jingoro (que algunos dicen que era ficticio, una especie de Banksy de la época feudal japonesa) talló «Los Tres monos sabios» en algún momento a comienzos del siglo XVII, tres simios que no quieren ver, oír ni hablar como una invitación a no propagar más el mal. No se trata de una señal de sumisión, sino a todo lo contrario, a hacer del mundo un lugar mejor, aunque, claro, la obra tiene muchas interpretaciones. En la Universidad de York, una sede del conocimiento, hacen la suya: los tres monos sabios son un epítome más del racismo y por eso habían de ser eliminados del cartel que anunciaba una conferencia sobre arte, que, con semejante error de comprensión para empezar, debió de ser bastante desaconsejable.

Hoy en día, hacer lo correcto parece mucho más sencillo. Basta con aplicar la apariencia y si ves un mono, ya está, ahí se esconde el racismo. Es así de fácil. La Federación inglesa suspendió al futbolista uruguayo Edison Cavani por racista al agradecer a un compatriota blanco sus ánimos con un mensaje de «gracias negrito», una expresión de cariño que se emplea en Suramérica. Fue dicha, insistimos, entre blancos y en una conversación en otro idioma. Le condenaron a una multa y a un curso de «reeducación». Reeducar su lengua materna, debe ser. Protestó incluso la Academia Nacional de Letras de Uruguay, pero dio igual, porque los defensores de los indefensos son implacables cuando quieren hacerse notar más que defender realmente a nadie. El racismo es un problema real, y muy grave, pero corremos el riesgo de vivir bajo el síndrome Walter Sobchak, es decir, «convertirlo todo en una puta parodia», como hacía el personaje en «El Gran Lebowski» con la Guerra de Vietnam y con todas las causas que defendía.

Los académicos de York dijeron sobre los chimpancés sabios esta maravilla: «Tras reflexionar, creemos firmemente que nuestro póster no es apropiado, ya que su iconografía promulga un legado de opresión y explota los estereotipos racistas». ¡Monos bajo ningún concepto! La Academia Uruguaya contestó lo siguiente ante la sanción del futbolista: «Para poder insultar en español, en inglés u otra lengua, se requiere ofender al otro, provocarlo, irritarlo con las palabras usadas», lo opuesto a lo que sucedió con Cavani. Ser antirracista debería ser mucho más que perseguir monos. Mejor no escuchar, ni mirar ni decirles a los necios que lo son. Pero ojalá que se den cuenta pronto.