Vida cotidiana
El amor es una papeleta
No son buenos tiempos para las cartas, ni para el amor de sólo dos personas
Una vez mandé una carta de amor, pero no recuerdo casi nada de ella, sólo que había escrito la palabra «luna», supongo que también la palabra «noche» y me gustaría olvidarlo, pero estoy bastante seguro que puse algo así como tus ojos «son como estrellas», que es como cuando el día de cumpleaños del amor de tu vida le regalas flores porque no se te ha ocurrido otra cosa.
Hay quien echa de menos las cartas: escribirlas, ir al estanco, comprar un sello, chuparlo con la lengua, estropearlo, comprar otro, pegarlo torcido, echarla al buzón y esperar que llegue. Sólo sabías que la habían recibido si semanas después te mandaban a ti otra. Y siempre te agarrabas a la posibilidad de que si no llegaba la respuesta era porque la carta se había extraviado, porque la había abierto a quien no iba o porque, seguramente, habías escrito mal el código postal.
Así que si no contestaban a tu desesperada carta de amor, podría no ser tu culpa. Es más, cómo iba a ser culpa tuya si habías comparado sus ojos con estrellas...
El caso es que mantenías la esperanza contra todo indicio y paso del tiempo. Cuando veías una carta en el buzón, ibas a por ella con la fe de quien cree que todo es posible. Ahora, sin embargo, cuando bajas y en el buzón de tu casa hay una carta, el primer impulso es hacer que no las has visto: porque o es un recibo o es una multa.
Hay quien tiene nostalgia de esa cartas como si el doble check de whatsapp no fuera mucho más efectivo y, sobre todo, como si no dejara lugar a esperanzas vanas: si no te contesta, majo, no hay código postal equivocado al que le puedas echar la culpa.
No son buenos tiempos para las cartas, ni para el amor de sólo dos personas. Las parejas que conviven llevan un año viéndose a todas horas y las que no conviven, ni se ven. Además, entre el poliamor y que estamos llegando a la conclusión de que el amor romántico no tiene que ser el fin de todo, pese a lo bien que ha trabajado Hollywood en ese sentido, el 14 de febrero fue, más bien, tristón. Si es que para abrazar, no es que tengas que pedir consentimiento (qué menos), es que tienes que pedir los papeles donde ponga que es negativo en el PCR.
Se nos ha caído el romanticismo en la madurez. A mi hijo le respondieron a una carta de amor: «Espero que estés vien, me gustas». A él le explotaba el corazón, yo pensaba en qué nota sacará en ortografía.
Ayer, en fin, fue San Valentín y se estuvo todo el día hablando de sobres en los que lo único que había dentro eran votos.
Son un fastidio estos tiempos: pasamos del amor romántico, pero aún seguimos amando a las patrias.
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