Política
Contra el fondo sur
Isabel Díaz Ayuso convocó elecciones antes de averiguar de la peor forma si el órdago de sus aliados iba en serio. Con semejantes amigos mejor saltar al vacío. Sobre todo si cuentas con el paracaídas que proporciona haber liderado una buena gestión durante una crisis sanitaria digna del 18. Por méritos propios la presidenta está ante la ocasión áurea de plantar cara al enjambre. Tomó medidas difíciles, trató a los electores como personas adultas, solicitó providencias y dio órdenes que sus enemigos calificaron de inmundicias hasta que poco a poco fueron asumidas como razonables, pasaporte Covid, tests en farmacias, etc. También demostró olfato de buena fajadora. Supo aprovechar a favor las marejadas tectónicas de unos medios hostiles, empeñados en reproducir con la guapa de cine mudo la caricatura que en otro tiempo otros canallas hicieron con alguien tan brillante y entrañable como Fernando Morán. Ayuso, de tanto recibir golpes, acabó erguida como Muhammad Alí contra las cuerdas de Kinshasa. La derrota de los demagogos consiste en fabricarle a su víctima un carisma casi irrompible, mitad fruto del oficio que confiere regatear bajo las bombas, mitad producto de la empatía que inevitablemente generan las personas contra las que hay declarada una fatwa. Yo, que no soy un santo pero tampoco un hijo de puta, me pongo por defecto y sin preguntar del lado de los vapuleados por la turba. Sucede además que Ayuso no ha caído en la trampa españolísima de aceptar como animal de compañía el marco nacionalista. Estar en el centro, ser un liberal en las costumbres y un defensor de la Constitución y los derechos y libertades no significa encogerse de hombros ante los privilegios feudales de unas castas de sangre. Tampoco implica creerse moderado por ignorar los frutos podridos que pasean insepultos los paladines del patrioterismo cultural. Hay que elevarse sobre el discurso del buen gerente o el director de sucursal bancaria y, al mismo tiempo, comprender que en España las mejores ideas, las nociones más atractivas, de la democracia liberal y el parlamentarismo a la igualdad y la justicia, están huérfanas. Se equivocan quienes crean que la defensa de la libertad y los derechos políticos de los ciudadanos son materiales de segunda en el combate político, que no hay emociones que rascar en los textos de Paglia o Pinker y que el mejor remedio contra los tribalismos y esencialismos son sus versiones especulares. Ayuso puede y debe combatir los mantras nacional/populistas y también evitar que el centro derecha acabe enlodado en una versión conservadora/paleoliberal del sucio peronismo podémico. El infierno y Trump siempre son los otros. Pero tuits como el de Socialismo o Libertad son dignos de las peores tertulias. Majaderías, por decirlo con un amigo. España no merece que Ayuso hinque la rodilla ni ante los odiadores de la nación ni frente a los partidarios de pactar con ellos, pero tampoco que acepte como inevitable el discurso grueso de los populistas teóricamente cercanos. Más (nos) vale que el tuit sea una concesión al fondo sur, tan animoso como, a la postre, caníbal.
✕
Accede a tu cuenta para comentar