Política

«Amnistifa»

Los perdones privilegiados y selectivos no son justos ni constitucionales

En catalán, una «tifa» es una de esas excreciones del ganado que uno se encuentra en medio de un camino de montaña y en las que el excursionista incauto suele meter el pie. Ya hace muchos años, el humorista catalán Toni Soler acuñó la expresión «amnistifa» para burlarse de esos perdones –amañados a conveniencia del poder– que son un churretón en la trayectoria democrática de cualquier país. Por entonces, Soler militaba en la oposición y todo eso sucedía muchos años antes de que fuera nombrado presentador de guardia y humorista orgánico de la propaganda ideológica de TV3. Soler es bueno en lo suyo y hace bien muchas cosas, pero en cuanto fue nombrado humorista oficial le sucedió lo mismo que le pasaba a los intelectuales orgánicos del franquismo: su trabajo perdió la obertura de compás y pasó a practicar una tibieza indulgente con unos, a la vez que se ensañaba con otros, generalmente los más débiles. Es triste ver cómo se momifica el talento de los que has admirado y con los que te has reído mucho, pero me temo que esos desperfectos son inevitables: los viejos nos volvemos acomodaticios, engordamos y la próstata empuja con menos vigor. Se buscan entonces posiciones confortables y calientes que estén al abrigo del poder. Muchos de mis antiguos camaradas rockeros tienen ahora, sobre todo en Cataluña, unas posiciones y discursos que, aunque disfrazados con la patina hípster, no dejan de ser los del abuelito nacionalista reaccionario. Arrugas o dentaduras temblorosas bajo toneladas de tatuajes, barbas y melenas cogoteras. Es más vigorizante olvidarse del culto al personaje y recuperar las obras de cuando estaban en plenitud y no servían a amos. Recobremos pues la expresión «amnistifa». Porque el Congreso que nos representa a todos ha considerado con buen tino que los perdones privilegiados y selectivos no son justos ni constitucionales. El catalanismo de chiruca podrá entenderlo porque en Cataluña nuestro humor regional excursionista está precisamente plagado de motivos escatológicos donde se airean y comentan los aromas de las defecaciones silvestres, atribuyéndoles unos privilegios y propiedades notables. Ilusiones que se hace el agro para sentirse menos olvidado por la globalización.