Covid-19
El niño Roque
Los datos de la pandemia han empeorado en las últimas horas. La incidencia acumulada vuelve a estar por encima de los 150 por cada 100.000 habitantes y, si nos fijamos en la tasa correspondiente a los últimos siete días, todas las Comunidades Autónomas empeoran, excepto Baleares, Castilla-La Mancha y Extremadura.
Europa también va mal, en Alemania las cifras son sustantivamente peores en el último mes y Francia es un desastre en el que se vuelve al escenario de colegios cerrados y movilidad restringida.
Sin embargo, en los próximos días no se analizará por qué los ciudadanos franceses vienen a España a celebrar botellones y a pasarse el cigarrito de unos a otros, ni si prohibir las salidas en Semana Santa es una buena medida o solo tiene perjuicios económicos. Lo que ocurriría es que la forma de gestionar la pandemia se colocará en el centro del debate electoral de Madrid.
El gobierno central acusará a Díaz Ayuso de ser la responsable de las cifras más altas de infectados y ella responderá que no son mucho peor que en el resto de España sin haber cerrado la hostelería.
A la polémica no se van a resistir tertulianos e incluso expertos. Luis Enjuanes, probablemente el mayor experto en Covid-19 que tiene España, ha criticado duramente la gestión madrileña y ha defendido las intervenciones duras frente a otras medidas que intenten no perjudicar la economía.
Su argumento es razonable: si no se soluciona la pandemia, no se encontrará arreglo a la economía. El problema de esta posición es que las medidas duras tampoco han solucionado el problema en el pasado, hay que recordar que estuvimos confinados durante meses y en territorios en los que las medidas son bastante más restrictivas, sus resultados son muy modestos en cifras.
Por otra parte, Sánchez decidió poner a los españoles en manos de sus respectivos gobiernos regionales, si no confiaba en cómo gestionarían estos, nunca debería haberles cedido el control.
Seamos serios, a estas alturas ya no toca confinar, sino vacunar a la población. Pero, si Europa es un desastre en la inmunización, comparado con EEUU o con Reino Unido, lo de España es de juzgado de guardia.
La noticia que figuraba ayer en las portadas era que Sanidad ya ha definido los grupos de enfermos que tendrán prioridad en la vacunación, cuando se suponía que en marzo las vacunaciones iban a ser masivas.
Se vuelve a cumplir como lo de “el niño Roque, que a los cincuenta dijo albaricoque”, en los seis meses que han transcurrido desde que existe vacuna no había habido posibilidad de establecer una estrategia para las personas más vulnerables.
Así, por ejemplo, los pacientes de cáncer han tenido que acudir a sus tratamientos a los hospitales sin haber sido vacunados y escandalosa es la situación de los que tienen entre 70 y 80 años.
Cada día que se pierde en volver a la normalidad, se traduce en tres más para recuperar los niveles económicos prepandemia, pero la actualidad es otra.
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