Redes sociales

Sorteamos solidaridad en playa paradisíaca

Algunos han llamado a este fenómeno «volunturismo» y síndrome del «white saviour», o del salvador blanco que civiliza a los pobres del sur.

Vivimos la era de la imagen y de las relaciones públicas. Del postureo y el bienquedismo hasta unos extremos insoportables. Un «influencer» de nombre Tomás Páramo sortea un voluntariado en África entre todos los que se conviertan en sus seguidores y el de una entidad llamada Cooperating Volunteers. El «premio», a cambio de engrosar su ego digital, es ser voluntario en la isla de Zanzíbar (Tanzania), para desarrollar una actividad que no queda muy clara en el batiburrillo de buenas intenciones, pero qué más da. Al fin y al cabo, en Tanzania hay mucha labor social que desarrollar en casi todos los ámbitos de la sociedad (y buena gente haciendo buenas cosas) pero poco importa, porque el propósito de todo hoy no son las cosas en sí mismas, sino la fotografía de ellas, el espejismo. La iniciativa está horriblemente planteada. Primero, porque tratar el voluntariado como premio de un sorteo dirigido por un famoso, cual si se tratase de un móvil o de una consola, es un pésimo mensaje. Los ganadores, «si tienen suerte», hasta podrían gozar de la compañía del bienhechor en tierra salvaje, según aclaran. Puede no haberse calibrado la manera en la que esto puede interpretarse o puede que desde el principio las ideas estén equivocadas, tan ensimismadas que pierden el contacto con la realidad. Hasta la del lenguaje: Páramo calificaba el voluntariado de «experiencia» de verano, como si acudir en ayuda de los necesitados fuera una especie de granja escuela o de safari, como el que hace el Camino de Santiago. «Experiencia» es, quizá, la palabra más vacía y rechinante del siglo veintiuno.

Una semana después, con idéntico mensaje, otra «influencer», Clara Kong Vila, se ha aparecido como la imagen del mismo programa con destino en las Islas Galápagos. Se ve que en Etiopía o el Sáhara Occidental no quedan monas las fotos humanitarias. El currículum de la nueva madrina se resume en otra perífrasis hueca: «content creator». Yo me pongo en lo peor y me pregunto si no estaremos alimentando una generación de personalidades educadas en Instagram que carecen de empatía y que consideran la vida como un interminable selfi y la solidaridad como unas vacaciones lavaconciencia con playa paradisíaca al fondo. Algunos han llamado a este fenómeno «volunturismo» y síndrome del «white saviour», o del salvador blanco que civiliza a los pobres del sur. ¿Estamos promoviendo el voluntariado para hacernos unas fotos con niños negritos y estar de vuelta en casa sin tiempo para cogerles cariño? Ya ni siquiera me sorprendería. Cabe recordar, para los participantes y promotores del concurso, que para demostrar voluntad no hace falta irse muy lejos. En Aluche y en Carabanchel necesitan de ayuda nuestros vecinos.