Investigación científica

Retornar de las Marianas

Puede que Héctor desprecie la caída de Troya, como un héroe perfecto, pero yo lo contemplo estupefacta, como un superviviente de Aquiles retornado del Hades.

Es verdad, hay otros mundos, pero están en éste. Creo que existen para aliviar nuestras ansias de conocer. No consiguen colmarlas, pero al menos acicatean una nueva búsqueda. La humanidad pretende llegar a Marte, también a las diminutas nanoestructuras, pero además existen fronteras incógnitas en el propio globo. He conocido a Héctor Salvador, que acaba de subir de la tercera fosa más profunda del planeta, el Abismo de la Sirena. Describe una sinfonía de pseudo gambas translúcidas, deslizándose suavemente contra los ojos de buey del batiscafo, pequeñas fieras ávidas de alimento en un ecosistema inhóspito, al que apenas llegan restos de las naumaquias tróficas del lejano arriba. Son seres ciegos, como todos los que habitan este universo negro, que bate sus aguas directamente sobre las capas tectónicas. Las dramáticas formaciones del lecho marino, donde la corteza está siendo destruida bajo la Placa de las Marianas, por el choque entre los continentes, son morrenas extensas de roca basáltica quebrada, el corazón mismo del planeta. «Fue sobrecogedor –dice– poder contemplar el lugar más sagrado de nuestros océanos con mis propios ojos, bajo la inmensa columna de agua, vimos formas de vida realmente impresionantes». Peces blancuzcos y desconocidos aún, también sin ojos, a 6.000 metros de profundidad, con desconcertantes cabezas estilizadas. Doce horas de inmersión, cuatro de ida y otras cuatro y media de regreso, en una soledad átona y negra hasta llegar al fondo, en un cubículo de apenas metro y medio. Astronautas, soldados o pilotos comparten una obscena valentía, una impertérrita indiferencia al peligro que los hace ingrávidos en la amenaza, refractarios al pánico. «Cuando estás a esas profundidades sabes que, si algo falla, no te vas a dar ni cuenta, así que te olvidas y te centras en la misión». Gente escogida para el limes, perfecta para el plus ultra, como los navegantes renacentistas o los expugnadores de los polos. Contemplan las lindes del mundo y regresan con un asombro callado. Puede que Héctor desprecie la caída de Troya, como un héroe perfecto, pero yo lo contemplo estupefacta, como un superviviente de Aquiles retornado del Hades.