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Pedro Sánchez

Desnudo y quizá solo

Como los políticos mediocres, Sánchez ni asume su responsabilidad, ni arriesga su cara no sea que se la vayan a partir.

Aislado y falto de coraje, el gobierno de España está entrando en una arriesgadísima deriva de inoperancia y aislamiento que además de desdibujar la imagen del país que administra, roza lo delincuente por sus consecuencias para la salud pública. Esto es muy serio y quien tenía que enfrentarlo parece ser el único que no se ha dado cuenta. Sánchez es un rey desnudo al que nadie le ha dicho que lo está, y sigue creyendo que la política es márketing, que las buenas palabras son, per se, balsámicas y que las cosas sucederán por el mero hecho de convocarlas. Ayer soltó una afirmación, pretendidamente tranquilizadora, que quizá vaya a tener el efecto contrario. No se puede decir impunemente que el estado de alarma es pasado y que la solución es vacuna, vacuna y vacuna. Con una incidencia cercana a los 200 contagios por cien mil habitantes, y un proceso de vacunación detenido por decisión política del ministerio de Sanidad que no se atreve a liberar las vacunas de Astrazeneca hasta que no termine un ensayo clínico del que apenas hay información, el Gobierno se enroca en la irrealidad más absoluta. No sé qué informaciones manejará Sánchez, qué tipo de conexión tendrá con el pálpito real de su país, pero decir que el estado de alarma es cosa del pasado es como afirmar que se ha ido la luz porque te han tapado los ojos. La figura legal es pasado, por supuesto, y las vacunas son el futuro, claro que sí. Pero en su afirmación obvia o ignora que hay un presente vivo de enfermedad, contagio y muerte. Un presente en el que su procrastinación como gobernante resulta clamorosa, tanto como insultante su arrogancia. Si no ha hecho los deberes, al menos debería aceptar que quien tiene más disposición y más sentido de la realidad le ayude a hacerlo. Porque no es sólo la oposición la que exige a Sánchez tejer una alternativa legal antes de que sea demasiado tarde, también sus propios aliados reclaman acción y se echan las manos a la cabeza. Pero Sánchez y su gobierno, con tal de no aceptar su error, es capaz de seguir esgrimiendo este sostenella y no enmendalla tragicómico.

Sigue con la matraca de que las autonomías tienen recursos legales cuando ya es evidente que no. Y ha dejado en manos de la justicia la solución a su insolvencia política convirtiendo al Tribunal Supremo en un órgano legislativo. Cada tribunal autonómico está yendo por su lado, cada gobierno actúa y reacciona según su propio entender. El caos está servido. Esta es una Pandemia mundial, una amenaza global, pero el gobierno español la gestiona como si fuera el contagio por la mariscada de una boda. Que se arregle la familia.

Como los políticos mediocres, Sánchez ni asume su responsabilidad, ni arriesga su cara no sea que se la vayan a partir.

Confía en las vacunas, nosotros también. Pero puede equivocarse. Puede que esta vez ni la suerte ni la capacidad de resistir le acompañen, porque no se trata solo de una situación pasada y un futuro inminente y feliz con las vacunas. Hay un presente que está desnudando su incapacidad. De una forma tan evidente que en su desnuda soledad quizá encuentre quien por fin avise a este rey de que está desnudo. Y solo, quizá más solo que nunca.

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