Energía eléctrica
Apuesta nuclear
Sólo con la nuclear podremos coagular nuestra dependencia de la energía fósil sin volver al neolítico
Durante los años de Zapatero contaron que viviríamos aupados a la ola de la revolución verde. Entre los molinillos y las placas solares España amanecería como un vergel esmeralda. Con la luz más limpia y barata del mundo. Diez años más tarde el precio de la energía eléctrica bate todos los récords. Con calores subsaharianos y sueldos propios del Magreb, pagamos como si fuéramos noruegos. La solución pasa por comprar el kilovatio a Francia, exacerbando la sangría de las familias y el estrangulamiento de las empresas. Mientras tanto Podemos, rehén de la célebre retórica bipolar, honra con inconsciente orgullo su condición de izquierda reaccionaria. El socio de gobierno promete luchar en todos los espacios, incluida la calle, «para poner fin a este expolio» (Echenique dixit). El recetario no olvida las nacionalizaciones o los subsidios. Camelos como cualquier otro para prolongar nuestra precariedad energética. Nadie explica, porque te pueden volar la chola, que la energía nuclear es, de momento, la única solución posible. Tanto a los precios desorbitados como, más allá de las facturas, a la emergencia climática. Como escribieron Joshua S. Goldstein y Staffan A. Qvist, autores de «A bright future: How some countries have solved climate change and the rest can follow», en un artículo publicado en el New York Times y que firmaron junto a Steven Pinker, sólo con la nuclear podremos coagular nuestra dependencia de la energía fósil sin propugnar una impracticable vuelta al neolítico. Sólo la nuclear permitirá reducir antes de 2050 las emisiones de gases de efecto invernadero y descarbonizar la economía. Goldstein, Qvist y Pinker citan dos países, Francia y Suecia, como «modelos probados para una descarbonización rápida con crecimiento económico y energético». Ambos lograron descarbonizar «sus redes hace décadas y ahora emiten menos de una décima parte del promedio mundial de dióxido de carbono por kilovatio-hora. Siguen siendo unos de los lugares más agradables para vivir del mundo y disfrutan de una electricidad mucho más barata que Alemania». También recuerdan que «las baterías que podrían alimentar ciudades enteras durante días o semanas no muestran signos de materializarse en el corto plazo. Hoy en día, las energías renovables solo funcionan con respaldo de combustibles fósiles». La muerte nos avizora en el Antropoceno. La corriente del Golfo amenaza con el colapso. Los telediarios son un carrusel de anuncios apocalípticos. Nuestros políticos, pulidos de mentiras, maniquíes rellenos de helio, incapaces de encarar con honestidad intelectual un sólo problema, abonados al truco mitinero y los tópicos heredados, insisten en la bella utopía solar y eólica. Lo que sea con tal de no tasar los problemas tecnológicos y científicos. Mejor sufrir la escabechina de las subastas energéticas. Mucho mejor, diga usted que sí, rezarle a la quimérica hipótesis de que las baterías verdes sorteen la pobreza actual y la futura combustión, la miseria energética y el calentamiento inexorable de los Polos. Pero los osos blancos mueren por cientos, los corales agonizan blanqueados, en California arden las últimas secuoyas y la naturaleza, vieja vengativa, ensaya los anticipos de nuestra propia extinción… siempre que las facturas no nos asfixien antes.
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